Chile y la crisis alimentaria global
CARLOS FURCHE EXMINISTRO DE AGRICULTURA
- T+
- T-
CARLOS FURCHE
La crisis alimentaria internacional empieza a inquietar a nuestro país. Al alza sostenida de precios de alimentos básicos se ha sumado la preocupación respecto del abastecimiento futuro de bienes esenciales como trigo, azúcar y oleaginosas.
Varios factores explican en gran medida un aumento de precios nominales de hasta 50% para aceites, trigo, maíz y otros productos agrícolas. La pandemia y sus efectos sobre el empleo, los problemas de las cadenas logísticas de suministros, el mayor precio del petróleo y, por cierto, la invasión rusa a Ucrania, que ha comprometido la producción y comercialización de casi un 30% de algunos granos y oleaginosas.
“Una prioridad es asegurar e, idealmente ampliar, nuestra capacidad agroexportadora”.
Aunque esta crisis se estabilice, hay factores estructurales que continuarán, como la crisis climática que se agrava rápido y afecta la producción agrícola con sequias, inundaciones y fenómenos extremos; la expansión demográfica, la migración interna e internacional. Todo ello continuará haciendo crecer la demanda por alimentos. Ya un tercio de la población mundial está subalimentada o sufre de inseguridad alimentaria. En Chile, esta cantidad se aproxima a un millón de personas. Pese a este sombrío escenario, nuestro país cuenta con elementos que hacen posible enfrentarlo con mejores posibilidades de éxito. Somos un país exportador neto de alimentos, con un superávit de balanza comercial agropecuaria y forestal en torno a US$ 9 mil millones y exportamos más de US$ 5 mil millones de productos del mar. Nos favorece el hecho de que Sudamérica representa un 25% de las exportaciones globales de alimentos, por lo que podemos abastecernos de nuestros vecinos.
Pero cabe reflexionar sobre qué hacer tanto desde las políticas públicas como desde la acción privada para responder de mejor manera a esta nueva situación. Una prioridad especial es asegurar e, idealmente ampliar, nuestra capacidad agroexportadora como pilar del desarrollo sectorial, fuente de empleo e ingresos y generadora de un favorable balance comercial.
Complementariamente, la acción política y diplomática hacia nuestros principales países proveedores, facilitando contratos privados de abastecimiento de largo plazo, como ya se ha comenzado a efectuar. También, estimular un aumento de la superficie sembrada de trigo, maíz, avena y raps, lo que es posible si existen líneas eficientes de financiamiento -especialmente dirigidas a pequeños y medianos productores- para la adquisición de insumos como fertilizantes, provistos por entidades como el Indap y el Banco Estado.
El mayor desafío estructural continuará siendo la adaptación al cambio climático, lo que requerirá priorizar la gestión y eficiencia en el uso de los recursos hídricos, disminuyendo el consumo de agua en la agricultura y diversificando las fuentes de disponibilidad, incluyendo desalación y reutilización de aguas, así como la incorporación de innovaciones tecnológicas que mejoren la productividad y habiliten un uso más eficiente y sustentable en especial de suelos y agua.
Para la población subalimentada de Chile corresponde estimular la generación de empleo y las transferencias directas que permitan asegurar un mejor acceso a la alimentación.
Nuestro país puede enfrentar la crisis alimentaria global y también contribuir a su mitigación, pero ello requiere la ejecución de políticas públicas específicas y, sobre todo, de una estrecha coordinación con el sector productor a nivel de las principales cadenas agroalimentarias.