Ad portas de un duro 2023
Rodrigo Aravena González Economista Jefe- Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Pese a las múltiples fuentes de incertidumbre y la inusual volatilidad que enfrentamos durante este año, la economía chilena habría tenido un desempeño mejor al esperado. De no mediar un shock muy significativo, el país terminaría creciendo alrededor de 2,5%, (excediendo en casi un punto las expectativas de solo algunos meses atrás), en medio de un desempleo que se ha mantenido relativamente estable. Como si ello fuera poco, el Fisco alcanzaría el primer superávit desde 2012, constituyendo una situación que simplemente resultaba impensada.
Sin duda, estos resultados podrían, inicialmente, ser difíciles de asimilar, más aun considerando la “sensación térmica” que se vive en estos días, con indicadores de confianza en franco retroceso y un contexto donde la palabra recesión es cada vez más recurrente en nuestras conversaciones.¿Realmente hay razones para preocuparnos del próximo año? ¿O acaso hay un desacople entre cifras y la realidad macro?
“Debemos estar conscientes de que esta aparente mejora fue sólo transitoria, y que la normalización macro implicará una recesión que se extendería desde el semestre en curso hasta, al menos, mediados del próximo año”.
Un análisis más detallado mostraría que efectivamente ha existido un deterioro macro muy importante, con un ajuste que se extendería por varios trimestres más. En materia de actividad, por ejemplo, es importante destacar que el crecimiento de 6,5% durante el primer semestre fue explicado por una baja base de comparación más que por un dinamismo real de la actividad. Prueba de ello es que los niveles de actividad (medidos por el Imacec desestacionalizado) siguen siendo inferiores al registrado en diciembre de 2021, confirmando que la producción no ha crecido durante el año.
Conclusiones similares se pueden extraer en materia de empleo, ya que la falta de recuperación en la fuerza de trabajo ha generado una menor tasa de participación laboral, lo cual, de perdurar en el tiempo, podría incluso reducir nuestra capacidad de crecimiento de largo plazo. En la misma línea, la mejora en las cuentas fiscales también tiene un componente transitorio sobre la recaudación tributaria, sobre todo en cuanto a los mejores precios del litio y al crecimiento récord de 2021.
Así, debemos estar conscientes de que esta aparente mejora fue sólo transitoria, y que la normalización macro implicará una recesión que se extendería desde el semestre en curso hasta, al menos, mediados del próximo año. Este ajuste no sólo resulta esperable, sino además necesario, dada la magnitud de los desequilibrios generados por el exceso de gasto de años previos. Tal como se advirtió un sinnúmero de veces, políticas como los retiros de fondos de pensiones y el exceso de gasto fiscal tenían costos muy superiores a los dudosos beneficios de corto plazo.
Con una recesión en curso, que probablemente se intensificará en el corto plazo, Chile podría ser el único país la región con una contracción en 2023. Así, los costos generados por el exceso de gasto interno, como las alzas de tasas del Banco Central, una todavía elevada inflación (con efectos negativos en poder adquisitivo) y el menor espacio fiscal para implementar políticas expansivas, todo ello en medio de una persistente incertidumbre relacionada a factores políticos institucionales, nos deja en una posición desmejorada en términos relativos.
Es indudable que el escenario que enfrentaremos en 2023 será muy desafiante en diversas dimensiones, y que el margen de error es muy acotado. Por ello, es fundamental que desde ya se realicen esfuerzos que limiten el espacio de deterioro adicional de la economía, situación que es especialmente relevante en el contexto actual marcado por propuestas de reformas estructurales y una discusión constitucional aún en curso.