2023: un balance no muy alentador
RODRIGO ARAVENA ECONOMISTA JEFE BANCO DE CHILE
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RODRIGO ARAVENA
Es usual que en espacios de este tipo (columnas, editoriales, entrevistas, etc.) se realicen evaluaciones y diversos análisis sobre el año que está por terminar. Esta no será la excepción, especialmente tras considerar los severos ajustes que ha experimentado nuestra economía el último tiempo y su impacto e cara a 2024.
Es fundamental partir reconociendo que pese al mejor momentum tras la publicación de las últimas cifras macroeconómicas —como el crecimiento del Imacec o los leves retrocesos de desempleo e inflación—, el balance del año no resulta en lo absoluto alentador. Veamos por qué.
“No puedo dejar de mencionar que en 2023 no se logró el anhelado consenso sobre la importancia que debe tener el crecimiento como eje central de la discusión macro político-económica”.
En materia de actividad, no podemos desconocer que la recesión quedó atrás. En concreto, la economía volvió a crecer el tercer trimestre (tanto en el margen como en términos anuales), tendencia que se prolongaría al menos para los próximos meses. Sin embargo, es fundamental evitar análisis simplistas y autocomplacientes, que lleven a desconocer los tremendos desafíos y preocupaciones no sólo que persisten, sino que se incrementan de cara al futuro. En este contexto, es crítico mencionar que, pese a la leve recuperación de la actividad, el país no habría logrado crecer en 2023, presentando nuevamente una brecha negativa con la región y el resto del mundo. Es más, de acuerdo al consenso de mercado, Chile junto a Argentina serían los únicos países en la región (y uno de los pocos en el mundo) sin haber crecido. Además, los niveles de actividad siguen siendo inferiores a los observados a fines de 2021, lo cual confirma que la recuperación aún es incompleta y que se requiere una dosis adicional de dinamismo, sobre todo para recuperar los ingresos per cápita.
Dichas preocupaciones son aún mayores al considerar las perspectivas para el largo plazo, dado los diversos factores que no están contribuyendo a un dinamismo sostenible. Junto con las tensiones provenientes del resto del mundo (principalmente en China), preocupa la falta de dinamismo en la inversión, la cual sin duda se agudizó luego de los efectos negativos que generaron malas políticas, como los retiros de fondos de pensiones los años previos. Dado ello, es muy probable que el bajo crecimiento esperado para 2024 (1,5%, nuevamente menos que el resto del mundo), sea explicado por el consumo y que la inversión una vez más se contraiga, en un contexto donde las estimaciones de crecimiento tendencial se acercan al 2%, cifra insuficiente para aspirar al desarrollo. Así, más que centrarnos en el crecimiento de 2024, el foco real debiera ser la falta de inversión.
El balance de 2023, además, debiese estar marcado por una normalización de la inflación, la que en el corto plazo se acercaría al 3%. Sin embargo, esto ha tenido como contrapartida los mayores niveles de tasas de interés en décadas, cuyo efecto ha sido más patente en sectores altamente cíclicos, como la construcción y algunas ramas del comercio, exacerbando con ello el deterioro en las perspectivas de empleo. En efecto, la caída del índice de vacantes laborales elaborado por el Banco Central muestra valores no observados desde 2020, pese a que la cantidad de personas con trabajo (de acuerdo a las cifras del INE) aún no supera los niveles pre pandemia.
No puedo dejar de mencionar que en 2023 no se logró el anhelado consenso sobre la importancia que debe tener el crecimiento como eje central de la discusión macro político-económica. Esto resulta especialmente relevante en un contexto marcado por crecientes presiones de gasto y mayores tasas de interés, lo cual acrecienta de manera importante los costos financieros de seguir endeudándose. Sin crecimiento, simplemente no hay reforma que pueda ser próspera. Esperemos que los balances a realizar en un año más puedan ser mucho más auspiciosos.