El Estado es el problema
Señor Director:
Un Estado grande es la peor política pública que existe. Detrás de él hay un desfile de personas de carne y hueso que buscan ser amparadas con beneficios que no han sido producidos por ellos, sino por otros. Ejemplos sobran. Políticos con sueldos millonarios y dietas para todo, asesores por todos lados, personas vinculadas a otras que ostentan cargos públicos y que se benefician, Comisiones, etc. Todas viviendo a costa del sector productivo de la economía: El mundo privado.
Nos dicen que la regulación es importante y muy necesaria, que es imprescindible un nuevo Ministerio, que se debe crear un organismo que regule la acción de un regulador ya existente, y un montón de escusas que lo único que buscan es seguir elevando el poderío y la injerencia de ese sector no productivo.
El discurso es hermoso, bienestar para todos, igualdad, derechos sociales (esta última palabra es muy relevante, colóquela a casi cualquier cosa y suena bien).
Para justificar se usan distintas artimañas. Más adelante serán otros los argumentos, da igual. Todo es válido para elevar el tamaño del Estado, y por supuesto, la injerencia y poderío de sus “trabajadores”, a cambio del cual recibirán un cada vez más jugoso cheque.
Dada la moda asociada a la colusión, sólo diría que una mejor forma de elevar la competencia de los mercados (la de verdad, no la que dicen que defienden estos personajes estatales), es a través de eliminar burocracias, las mismas creadas por el Estado en nombre de la defensa de aquella.
En sencillo, si un producto es malo y caro el ciudadano que no es tonto en su decisión de compra, puede cambiarse. Por su parte el oferente potencial querrá entrar a satisfacer esa demanda mal satisfecha por las empresas establecidas (¡y coludidas!). Pero en vez de esto tenemos a un montón de gente velando por nuestro interés con nuestros recursos.
Esa no es competencia.
Félix Berríos Theoduloz
Magíster Economía, PUC
Sorpresa
Señor Director:
El canal de todos los chilenos emitió una inusual nota sobre un desafortunado accidente sufrido en la carretera por un camión que portaba azúcar. Apareció en ella una núbil y entusiasta notera, que con perspicacia y de forma apasionada entrevistó a algunos vecinos que decidieron llevarse parte de la carga a sus casas, y con expresiones tales como ¡hay que aprovechar!, y preguntas como cuánto kilos se llevaban, nos detalló las consecuencias y ramificaciones del incidente, sin olvidarse de concluir entre sonrisas que, de este percance, habían salido ganadores algunos lugareños. Como dudo que el dueño de la carga haya decidido regalarla, lo que realizó esa gente fue un hurto, que se encuentra penado por ley como delito, por lo cual, tanto entusiasmo y frenesí para documentar el momento, parecieron un poco fuera de lugar.
Está bien que una persona joven pueda cometer un error como este, pero ¿qué pasa con los editores y los conductores del noticiario, quienes constantemente deben lidiar con esos avatares? ¿No se dieron cuenta que su reportera –y consecuentemente ellos- estaba prácticamente celebrando un delito en comisión?
De vecino a periodista, de editor a conductor, de político a dirigente, no sabemos o queremos distinguir entre lo que está bien y lo que no.
Cristián Gabler
Abogado
Reforma laboral
Señor Director:
La peticion de la CUT a los parlamentarios con inversiones en empresas que se inhabiliten de votar la reforma laboral se agradece. Con esto la CUT acepta que esta reforma es pésima para las empresas. Falta la explicacion de cómo una reforma mala para las empresas puede ser buena para quienes viven de estas, sus empleados.
Benjamin Kaufmann
Sampaoli
Señor Director:
Lo dijo el agudísimo Wilde: es fácil simpatizar con la desgracia del prójimo, pero hay que ser de muy buena cepa para hacerlo con el éxito.
Gabriel Guiloff