¿Ha llegado el fin del súper ciclo del cobre?
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La importante caída en el precio del cobre y otros commodities en los últimos días ha generado inquietud en el país y ha instalado la interrogante de si la bonanza que hemos disfrutado por una década ha llegado a su fin. El mercado ha acuñado el término “súper ciclo” para referirse al período iniciado a fines de 2003, caracterizado por precios sobre los promedios de las décadas de los 80 y 90, llegando incluso a alcanzar récords históricos.
Antes de declarar la muerte del súper ciclo, conviene revisar cuidadosamente la dinámica de los fundamentos de mercado para distinguir si los movimientos actuales en el precio responden a cambios verdaderamente estructurales o si estamos en presencia de un fenómeno transitorio.
Tres son los factores que han determinado el período extraordinario de precios del cobre en los últimos diez años. Primero, el proceso de cambios económicos en China iniciado en 1978, que llevará a este país a ser la primera potencia mundial en algunos años. La expansión de China en estos últimos años es comparable en magnitud a hechos históricos como la Revolución Industrial iniciada en Gran Bretaña, el desarrollo de la economía norteamericana en el Siglo XIX y la reconstrucción de Europa y Japón en la posguerra, todos “súper ciclos” de duración mayor a diez años. Es posible que la fase de crecimiento más acelerado de China se haya producido en los dos quinquenios anteriores, ya que el propio nuevo Gobierno Central ha señalado como objetivo el lograr un crecimiento más sustentable, con menores tasas de expansión pero con mayor calidad. Esto no implica necesariamente una disminución de la demanda por cobre en términos absolutos, ya que si en los años anteriores esta economía crecía a un ritmo por sobre el 10%, lo hacía sobre una base mucho menor a la actual. Además, no está claro que el nuevo modelo signifique menor intensidad de uso para el cobre, ya que éste forma parte de un desarrollo de alta calidad en términos de eficiencia energética, mayor uso de bienes electrónicos, mejores estándares urbanos, etc., tendencias deseables en el nuevo modelo.
El segundo factor que explica los altos precios del cobre es la lenta respuesta de la oferta respecto a la velocidad de crecimiento de la demanda. La capacidad instalada se ha visto sometida a una importante presión y al natural pero continuo agotamiento de las minas, lo que se ha visto reflejado en una menor producción respecto de lo proyectado. Los proyectos mineros, que requieren una alta inversión y toman mucho tiempo en completarse, no han sido suficientes hasta ahora, por lo que el desbalance de mercado ha sido la regla en los últimos años.
Sin embargo, la reciente Semana Cesco realizada del 8 al 12 de abril en Santiago y que congregó a los actores más influyentes de la industria, generó gran alineación de expectativas en torno a la percepción de que el mercado se encamina en el corto y mediano plazo a un superávit de oferta por los próximos años. Si bien es efectivo que después de diez años intentándolo, la industria minera será capaz de producir mayor cantidad de cobre este año y probablemente el próximo, es necesario observar con mucha atención la real capacidad para convertir en producción efectiva aquellos proyectos que hoy existen a nivel de diseño. Las dificultades son cada vez mayores, por lo que está por verse si los proyectos en carpeta entrarán en ejecución en el tiempo planeado. No puede asegurarse, por ende, que se registrará un superávit estructural en el mediano plazo.
En tercer lugar, las políticas macroeconómicas aplicadas en los países desarrollados generaron un contexto favorable para altas cotizaciones en los commodities, especialmente por la debilidad del dólar. Hoy la tendencia ha cambiado, con un dólar algo más fuerte, haciendo perder brillo a las materias primas como alternativa de inversión, aunque este aspecto está sujeto a una mayor volatilidad dada la incertidumbre en la economía mundial.
En definitiva, se ha instalado una visión pesimista en los agentes de mercado, especialmente aquellos ligados al mundo financiero, influidos por temores de que el gran sostén de la economía mundial, China, deje de tirar el carro y por la percepción de que la oferta de materias primas mejorará permanentemente. Ambos elementos están lejos de ser, a ciencia cierta, permanentes por lo que si bien es probable que el fulgor haya quedado atrás, es difícil pensar que el súper ciclo ha terminado.