Globalización o relocalización ¿cambiará en algo el mundo?

Aldo Cassinelli Capurro

Si en la crisis financiera de los años 2008-2009 algo ya se comenzó a esbozar de los problemas que generaba la interconexión extrema de los mercados, en esta pandemia al tema se sumó la economía real.

El estallido del Covid-19 ha puesto de manifiesto la fragilidad que ciertas cadenas de valor tienen, más allá de la necesaria optimización, en términos de producción a bajo costo en fábricas ubicadas en el extremo opuesto de donde se consumen, sean bienes intermedios o productos terminados.

Esta discusión comienza a tomar forma, en especial considerando los problemas en los insumos y productos de salud que se generaron en los meses de febrero y marzo, donde nada estaba seguro y los contratos sólo eran manifestación de voluntades de personas que no tenían ninguna capacidad de lidiar con las decisiones de los Estados en los cuales se encontraban ni, por tanto, de cumplir con sus compromisos.

Esta globalización tiene elementos que la hacen crítica, partiendo por su alta dependencia de China, sin considerar alternativas frente a la, ahora cierta, posibilidad de que dicha cadena de producción se vea interrumpida.

Por otra parte, hay que considerar que la globalización basó su éxito en un proceso de expansión económica, fundamentalmente de la producción. Asociado a un sistema de suministros que buscaba abaratar costos, y bajo esa condición, se definía la localización de sus compañías, estos costos daban los parámetros para ir ampliando una cadena logística que se ampliaba y segmentaba sus partes hasta el infinito.

¿Será dicho modelo (globalización) el que continúe prevaleciendo en el mundo o los países irán buscando alternativas para asegurar sus propios bienes, acortando la cadena de abastecimiento a través del fomento de mercados locales, considerando cada día más el concepto de bienes estratégicos?

Será la misma economía que en su momento forzó la ampliación de la globalización, la que hoy traiga de vuelta las fabricas, empleos e inversiones a sus países de origen, dejando de lado la eficiencia en los costos por la seguridad de su abastecimiento. Por otra parte, hace ya un tiempo que la necesidad de darle más racionalidad al crecimiento económico, debido fundamentalmente al calentamiento global, ponía a la globalización al centro del debate.

No es posible cuestionar el proceso globalizador como un todo: el respeto a los derechos universales, la expansión de la democracia, visibilizar los horrores de guerras de baja intensidad y los abusos en general. Por otra parte, la globalización está al centro de la salida de millones de individuos de la pobreza, a veces en condiciones infrahumanas.

Por eso, como en los períodos de crisis las tendencias se van consolidando, será la hora de la relocalización de las actividades productivas, de enfocarse en el desarrollo sostenible, no por una añoranza del pasado, sino precisamente porque la exigencia de la misma economía así lo vuelve a imponer.

En tiempos de cuarentena, hay mucho que pensar sobre el futuro.