DF Conexión a China | Evitar el riesgo de un conflicto entre Beijing y Washington
FT View © 2021 The Financial Times Ltd.
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2021 puede recordarse en China como el año en que Xi Jinping sentó el camino para convertirse en el líder con más años de servicio desde Mao Zedong, hasta al menos 2028 y quizás más.
También fue el año en que se intensificó el alejamiento de China de Occidente. La pandemia, una rivalidad cada vez más profunda con EEUU, una mayor asertividad hacia Taiwán, la imposición de un régimen de seguridad más estricto en Hong Kong y las políticas económicas coercitivas dirigidas a países como Lituania, Canadá y Australia impulsaron una mala voluntad mutua.
Este creciente antagonismo refuerza una gran contradicción en el corazón de los asuntos mundiales. A pesar de su fuerte desaceleración económica en los últimos meses de este año, China sigue siendo la economía más importante del crecimiento mundial. Según las previsiones del FMI, contribuirá con una quinta parte del crecimiento del PIB mundial cada año hasta fines de 2026.
Durante aproximadamente cuatro décadas, Occidente y China se relacionaron económica y diplomáticamente en beneficio de ambos. Pero esa era ha llegado a su fin. La pregunta crucial ahora es hasta qué punto se puede gestionar un proceso de desacoplamiento mutuo para minimizar las consecuencias económicas y evitar el riesgo de conflicto.
Hasta ahora, un proceso prudente parece difícil de implementar. No hay señales de las "barreras de seguridad de sentido común" que el presidente Joe Biden pidió este año para ayudar a garantizar que la competencia entre EEUU y China no "se desvíe hacia un conflicto".
Y los peligros asociados con Taiwán aumentaron drásticamente en 2021. Beijing considera a Taiwán como parte de su territorio. Xi advirtió que las fuerzas independentistas de la isla están "jugando con fuego", pero también dijo en noviembre que era "paciente" y que quería luchar por la reunificación pacífica con Taiwán, un comentario que se consideró en EEUU como una ayuda para bajar la temperatura.
Sin embargo, el estilo de liderazgo autocrático de Xi dificulta la evaluación de las verdaderas intenciones de Beijing. La enorme acumulación de capacidades militares de China, que incluyen un misil hipersónico recientemente desarrollado y lo que según estimados del Pentágono será una cuadruplicación del arsenal nuclear chino, puede envalentonar a los 'halcones' de línea dura en Beijing.
Mientras tanto, una sensación de alarma en Washington por la disminución del dominio estadounidense se ve respaldada por evaluaciones recientes de alto perfil de que China puede "pronto liderar a EEUU en tecnología".
Todo esto se suma a una fase muy peligrosa en la historia mundial. Las posibilidades de que se produzcan conflictos entre superpotencias en los próximos años son muy reales. EEUU y sus aliados occidentales deben realizar un verdadero esfuerzo unificado para decidir cómo y en qué medida Occidente debe adaptarse al poder y la ambición en expansión de China.
Occidente debe, por ende, involucrar a Beijing en discusiones francas destinadas a acordar al menos las "barreras de seguridad" a las que aspira Biden. No hacerlo podría tener efectos catastróficos para China, Occidente y el resto del mundo.