Con guitarra
Luis Larraín Libertad y Desarrollo
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Luis Larraín
Imaginar a Gabriel Boric arriba de un escenario empuñando una guitarra no es disonante. El problema es que los chilenos lo eligieron para gobernar el país y, como afirma el dicho popular, otra cosa es con guitarra. Desde el viernes, él estará gobernando, acompañado de un valiente Mario Marcel en el Ministerio de Hacienda, y tendrá que hacer frente a grandes expectativas de mejoramiento económico, producidas en parte por su discurso y promesas electorales.
El escenario en que deberá desempeñar su gestión es complejo. La economía internacional vive un momento de gran incertidumbre alimentada por la invasión rusa de Ucrania, cuyo alcance y duración aún no es posible dimensionar. El FMI ha anunciado que puede ser prolongado. Antes de este desgraciado hecho, los desafíos mundiales eran la alta inflación y el proceso de ajuste monetario mediante alzas en las tasas de interés que deben realizar los bancos centrales para desinstalar la operación de soporte a las economías, montada para enfrentar la caída en la actividad derivado de las restricciones impuestas por el Covid-19. El ritmo de ese ajuste podría moderarse luego de la invasión.
En todo caso, el mundo se encontró en el ciclo de aumento de la actividad que normalmente sigue a las recesiones, especialmente mejoras para aquellas economías que, como Chile, obtienen una parte importante de sus ingresos producto de la exportación de commodities. Los desafíos adicionales que pone la agresión rusa son el recrudecimiento de la inflación, alimentada por los precios del petróleo (Rusia es importante productor y exportador) que han subido sobre un 20%; y de los granos, rubro en que Ucrania es un fuerte exportador, cuyos precios han experimentado incrementos de hasta el 40%.
A nivel local, esto dificulta la tarea del Banco Central, que ya estaba complicado con proyecciones de alzas de precios de 7% que se alejan significativamente de la meta de 3%, y son consecuencia del gran aumento de liquidez que experimentó la economía chilena en 2021 por los retiros desde los fondos de pensiones que impulsó el Congreso y los subsidios monetarios que entregó el gobierno para paliar los efectos de la pandemia. Para la tarea del ministro de Hacienda, si bien hay algunos efectos beneficiosos, como un precio del cobre cercano a 5 dólares la onza (el más alto de la historia), la invasión de Ucrania agrava la incertidumbre a la que ya estaba sometida la economía chilena.
En efecto, el radical programa de transformaciones a la sociedad chilena de la candidatura de Gabriel Boric sería una intervención disruptiva en una economía que, pese a la caída en el crecimiento en los últimos años, ostenta el sitial de la más próspera de la región. El programa de gobierno está imperfectamente formulado y no especifica las herramientas que podrían utilizarse para sustentar su pretensión de mejorar la calidad de vida de los chilenos. El aumento de impuestos que postula es de una magnitud inédita en economías exitosas y desprecia el efecto que tendría en la producción de riqueza.
A ello se viene a agregar la inquietante propuesta que elabora la Convención Constitucional, que debilita la protección al derecho de propiedad y la certeza jurídica, excluye la participación privada en importantes sectores de la economía e introduce un aumento de gasto fiscal e indefiniciones y duplicaciones burocráticas de pronóstico negativo. Todo ello para lidiar con una sociedad en que se ha lesionado gravemente la ética del trabajo.