Salida de EEUU de Afganistán abre la puerta a un rebaraje de las influencias en Medio Oriente
China y Rusia podrían aumentar su nivel de incidencia en la nación asiática.
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Los 20 años de intervención estadounidense en Afganistán llegaron oficialmente a su fin. Desde la Casa Blanca y tras el rápido avance que llevó a los talibanes a controlar todo el país, Joe Biden defendió su decisión de retirar las fuerzas norteamericanas de la nación asiática.
“Estoy totalmente de acuerdo con mi decisión”, dijo el mandatario en respuesta a una ola de críticas, reconociendo que “después de 20 años, he aprendido por las malas que nunca es un buen momento para retirar las fuerzas estadounidenses”.
El mandatario admitió que la ofensiva de los talibanes fue “más rápida” de lo que habían anticipado los funcionarios de su administración, pero también aclaró que “las tropas estadounidenses no pueden ni deben luchar en una guerra y morir en una guerra en la que las fuerzas afganas no están dispuestas a luchar por sí mismas”.
Al otro lado del mundo, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, dijo que “la situación en Afganistán ya ha experimentado una gran transformación y respetamos los deseos y elecciones del pueblo afgano”.
La comunidad internacional ha estado atenta a los movimientos de China luego de la salida de EEUU, ya que a fines de julio las autoridades de la segunda economía del mundo declararon que los talibanes jugarían un “papel importante en el proceso de reconciliación pacífica y reconstrucción” de dicha nación.
Akhil Bery, analista de Eurasia Group, escribió en una nota a clientes que la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán “influirán en la narrativa de China de que Occidente, especialmente EEUU, está en declive terminal”, al mismo tiempo que planteó que Rusia “incluirá la retirada de EEUU en sus argumentos sobre la irresponsabilidad del apoyo de Washington en otras áreas”, como Ucrania.
La analista del Instituto de Estudios del Sur de Asia de la Universidad Nacional de Singapur, Claudia Chia, dijo al Financial Times que el enfoque que adoptará el gigante asiático con Afganistán estaría en el compromiso de “menor riesgo”, como ayuda, vivienda e infraestructura básica. Pero Liu Zongyi, experto en política exterior de los Institutos de Estudios Internacionales de Shanghai, indicó al medio británico que China “no interferirá” en los asuntos internos del país.
La directora del Programa Asia-Pacífico del think tank inglés Chatham House, Champa Patel, planteó que “lo que resulta frustrante es el análisis y los comentarios que quieren centrarse en lo que esto significa para la influencia de China y Rusia en Afganistán”. En su opinión, “una vez más Afganistán se ha instrumentalizado para las agendas de otros países”, pero “lo que se necesita urgentemente ahora es garantizar la protección del pueblo afgano”.
Golpeada economía
Luego de un desplome de 5% en 2020, el año de la irrupción de la pandemia, el Banco Asiático de Desarrollo estima que este año el Producto Interno Bruto (PIB) de Afganistán crecería un 3%, para repuntar un 4% en 2022.
La entidad contempla que el PIB per cápita del país se expanda un 0,7% en 2021 y un 1,7% el año que viene, mientras que la inflación llegaría a 5% este año y a 4% en 2022.
De acuerdo a lo consignado por el New York Times, alrededor del 90% de la población del país vive con menos de US$ 2 al día, y el Banco Mundial recuerda que la economía de Afganistán “está determinada por la fragilidad y la dependencia de la ayuda”.
El prestamista internacional califica al sector privado de la nación asiática como “extremadamente limitado”, y señala que el empleo se concentra en la agricultura de baja productividad.
“El desarrollo y la diversificación del sector privado se ven limitados por la inseguridad, la inestabilidad política, las instituciones débiles, la infraestructura inadecuada, la corrupción generalizada y un entorno empresarial difícil”, se lee en la ficha del país elaborada por el banco, que lamenta que las instituciones débiles y los derechos de propiedad “limitan la inclusión financiera y el acceso a la financiación”, y el crédito al sector privado equivale solo al 3% del PIB.