Con incendiario discurso, Donald Trump cierra convención republicana donde acepta ir a la reelección
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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha defendido su estrategia frente al coronavirus, que se ha cobrado ya más de 180.000 muertes en el país, y dijo que el plan de su rival, el demócrata Joe Biden, "no es una solución, es una rendición". Trump prometió que "lo mejor está aún por llegar" en referencia a su posible segundo mandato.
Trump prendió fuego al mundo político de EE.UU. en 2016 y sigue absorto en las llamas, con la esperanza de que el mismo mensaje que le aupó a la Casa Blanca hace cuatro años le permita superar su batalla más difícil hasta ahora: la lucha por la reelección en plena crisis del coronavirus. Defendió su controvertida gestión de la pandemia, que en Estados Unidos se ha cobrado ya más de 180.000 vidas y roza los 6 millones de contagios, más que en ningún otro país en el mundo.
Trump dijo que Biden es "débil" y que su Presidencia amenazaría la economía, la seguridad, su "modus vivendi" y hasta lo más sagrado: el sueño americano.
"Estas son las elecciones más importantes de la historia de este país (...). Estas elecciones decidirán si salvamos el sueño americano o si permitimos que una agenda socialista demuela nuestro querido destino", dijo el presidente, quien aseguró que Biden llevará a la Casa Blanca un "movimiento represor".
Trump dedicó la mayor parte de su discurso, que duró una hora y 11 minutos, a pintar una panorama desolador en caso de que los demócratas le arrebaten el poder, arrinconando a un segundo plato sus planes para un segundo mandato.
"Para salvar tantas vidas como sea posible, nos centramos en la ciencia, los hechos y los datos", afirmó el mandatario, al asegurar que el plan de los demócratas conduciría a "sobredosis, depresión, alcoholismo, suicidios, infartos y devastación económica".
"El plan de Biden no es una solución al virus, sino una rendición", afirmó el presidente, al que introdujo en su discurso, tal y como hizo hace cuatro años, su hija Ivanka Trump.
"Nuestro presidente se niega a renunciar a sus creencias para ganar puntos con la elite política. Para mi padre, ustedes (el pueblo) son la elite. Washington no ha cambiado a Donald Trump, Donald Trump ha cambiado Washington", afirmó la hija favorita del mandatario.
Al tomar la palabra, Trump recibió la candidatura del partido a la reelección: "Con el corazón lleno de gratitud y un optimismo sin límites, acepto profundamente esta nominación para la Presidencia de Estados Unidos".
Un discurso incendiario
El presidente estadounidense confiaba a principios de este año en que el buen desempeño de la economía le ayudara a extender fácilmente su periodo en la Casa Blanca, pero la llegada de la pandemia desbarató por completo sus planes.
Desgastado por la cifra astronómica de muertes por COVID-19, la peor crisis económica del país desde la Gran Depresión y un movimiento popular contra la injusticia racial, Trump se ha encomendado a la misma estrategia electoral que le funcionó en 2016, la de perfilarse como un enemigo del aparato político del país.
Poco importa que Trump sea ahora quien encabeza buena parte de ese aparato: en su imaginario y el de sus seguidores, el supuesto "Estado profundo" siempre ha estado controlado por los demócratas y sus presuntos "infiltrados" en la burocracia del Gobierno, y tiene lazos con su rival en noviembre, Biden.
"Hemos pasado los últimos cuatro años reparando el daño que Joe Biden infligió en los últimos 47 años (de su carrera política)", aseguró Trump ayer.
La ciénaga
El exempresario, de 74 años, sigue percibiéndose como alguien ajeno a los engranajes de lo que define como la "ciénaga" de Washington, a pesar de que, desde que llegó al poder, ha alimentado los intereses de muchos de los más poderosos de ese aparato, incluidos grupos de presión que ahora le ayudan con la reelección.
Al bajar las escaleras mecánicas doradas de la Torre Trump en 2015 y anunciar su campaña presidencial, el entonces magnate inmobiliario se convirtió en la peor pesadilla del Partido Republicano, pero ahora esa formación se ha amoldado al presidente, dejando por el camino algunas de sus figuras y prioridades clave.
Reacción a Obama
Desde que llegó al poder en enero de 2017, Trump ha abrazado la provocación como forma de Gobierno y herramienta de distracción, atacando a los medios de comunicación y poniendo a prueba constantemente las instituciones del país, cuyos tribunales han tramitado cientos de demandas contra casi cada una de sus políticas.
El mandatario ha revolucionado Washington a golpe de Twitter y regularmente manipula o exagera los hechos, con más de 20.000 mentiras o afirmaciones falsas desde que llegó al poder, según el recuento del diario The Washington Post.
Con el lema "Estados Unidos primero", Trump ha puesto patas arriba la relación con aliados de Washington como Canadá y la Unión Europea (UE), ha protagonizado un histórico acercamiento con Corea del Norte que lleva más de un año estancado y ha convertido a China en su peor enemigo, con una guerra comercial de gran impacto.
Su ascenso al poder fue una reacción al mandato de su némesis, el expresidente Barack Obama, al que Trump dirigió ataques racistas desde 2011 y cuyo legado se ha esforzado en destruir desde la Casa Blanca, al retirarse del acuerdo nuclear con Irán y del pacto de París sobre el clima, además de congelar el deshielo con Cuba.
El muro y el Obamacare
Aunque Trump ha deshecho muchas de las regulaciones de Obama y nombrado un récord de jueces conservadores en tribunales federales, incluidos dos en el Supremo; no ha conseguido cumplir una de sus promesas de campaña clave: derogar la reforma sanitaria de 2010, conocida popularmente como "Obamacare".
Su otra promesa estrella, la construcción del muro en la frontera con México, la ha cumplido parcialmente: ha conseguido erigir más de 440 kilómetros de barrera, aunque la gran mayoría simplemente reemplazaba una valla que ya existía; y no hay ningún viso de que el país vecino vaya a sufragar los costes.
En materia de inmigración, Trump ha erosionado profundamente el derecho de los indocumentados a solicitar asilo, enviándolos a México a esperar durante meses una cita en un tribunal de EE.UU., mientras intentaba constreñir también la inmigración legal y perfilaba a quienes no tienen papeles como criminales, sin matices.
Trump ha pasado casi toda su Presidencia siendo investigado: primero fue la pesquisa sobre la trama rusa del fiscal especial Robert Mueller, que concluyó en 2019 sin grandes consecuencias; y luego el juicio político terminado el pasado febrero, que absolvió al presidente de dos cargos por sus presiones a Ucrania.
Nacido en 1946 en Nueva York de una familia descendiente de emigrantes alemanes, Donald John Trump se licenció en Economía Financiera y a los 28 años tomó el relevo de la empresa inmobiliaria de su padre para adentrarse después en el sector de los casinos, con un ascenso en ocasiones complicado y marcado por las deudas.
Productor de los concursos de belleza Miss Universo y Miss América, Trump estrenó la década pasada su propio programa de televisión, "El aprendiz" ("The Apprentice"), donde varios candidatos competían por un empleo en su corporación, algo que alimentó su fama e impulsó su carrera presidencial.
Con una fortuna personal estimada en unos 2.100 millones de dólares, Trump está casado con la modelo eslovena Melania Knauss desde 2005, con la que tiene un hijo. Con anterioridad, estuvo unido a la deportista Ivanna Winkerlmayr, con la que tuvo tres hijos, y con la actriz Marla Maples, con la que tuvo una hija.