El último acto fallido de Pedro, Castillo de naipes
Periodista, ex agregado de prensa en la Embajada de Chile en Perú. Desde Lima.
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Cristián Faúndes
Lo tuvo todo para liderar un gran gobierno.
El apoyo del pueblo que quería un cambio en la forma de hacer política; que deseaba sentirse representado en Palacio Pizarro por un maestro de origen humilde y rural, que comprendiera su situación de postergación y discriminación. Contó con el respaldo de la Iglesia y políticos de todos colores que pusieron su tiempo y conocimientos a disposición. Incluso un rival anquilosado en el tiempo, cuyos “golpes” terminaban favoreciendo al outsider del Perú profundo, electo democráticamente. La humildad de su figura trascendió las fronteras alcanzando el reconocimiento de algunos de sus pares y organismos internacionales.
Pese a todo, hizo caso omiso al sinfín de consejos orientados a establecer un gobierno amplio, integrado por expertos y diversidad de actores políticos. En vez, decidió tripular el buque con sus paisanos, pero además se peleó con la prensa e incluso con Perú Libre, partido que lo instaló en el sillón presidencial. En 17 meses en el poder cambió a más de 70 ministros y demostró sus limitaciones para enfrentar problemas, tomar decisiones y diseñar soluciones políticas. En varias ocasiones señaló que no estaba preparado para el cargo. Aprovechó su experiencia como sindicalista para hacer de la polarización un arma efectiva para mantener su sitial, aunque no tuviera claridad en qué consistía gobernar.
En paralelo, se ventiló una serie de anomalías en la asignación de obras y eventuales redes de influencia. La Fiscalía tomó acción acumulando seis investigaciones preliminares en contra del mismo Presidente, otras más apuntaron al círculo cercano, incluyendo la primera dama, una cuñada, sobrinos y políticos. Aumentó el nivel de rechazo al Gobierno y se perdió el respaldo de la Iglesia.
El Congreso iba a debatir la tercera moción de vacancia a las 3 pm del 7 de diciembre. Aunque no estaban los votos asegurados para retirarlo, el mandatario decidió adelantarse a los hechos. A las 11:52 am anunció la decisión de establecer un gobierno de excepción, informó la disolución temporal del Congreso; toque de queda; reorganización del Ministerio de Justicia y Poder Judicial, entre otras medidas inconstitucionales. Ante la sorpresa, algunos ministros renunciaron y las fuerzas de orden y seguridad emitieron un comunicado conjunto confirmando el apego a la Constitución. El mismo Congreso resolvió la vacancia, más temprano de lo programado.
En ruta a la Embajada de México, la escolta presidencial recibió la orden de apresamiento del ya ex jefe de Estado. El tráfico de Lima hizo plausible un desvío de la caravana… con cambio de destino: la prefectura policial. El mandatario fue recibido por el jefe de estado mayor de la Policía Nacional del Perú, quien le comunicó que estaba arrestado en flagrancia por el intento de autogolpe.
Las autoridades intentan dilucidar quién más fue partícipe de esta rebelión, el último acto fallido que derrumbó el Castillo de naipes.