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La apuesta del Frente Amplio y la amenaza a la Nueva Mayoría

El proyecto político de Boric y Jackson tiene el ambicioso objetivo de convertirse en la mayor coalición de centroizquierda chilena

Por: Rocío Montes | Publicado: Lunes 13 de marzo de 2017 a las 04:00 hrs.
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Una de las preguntas que ha marcado el último lustro de la política local tiene relación con la intensidad de los cambios que buscan los chilenos. Las protestas de 2011 fueron leídas por una parte de la centroizquierda y la propia presidenta Michelle Bachelet como un reclamo profundo y generalizado por cambios estructurales que dieran paso a un nuevo proyecto de Chile. Para otros sectores –de la misma centroizquierda, incluso– el descontento que estalló hace seis años tenía relación con un cambio de ciclo político y social, pero no necesariamente con la petición de transformaciones que pasaran la retroexcavadora sobre la labor hecha por los últimos gobiernos. La tensión entre estas dos miradas –que no es otra cosa que la reedición de la disputa entre autoflagelantes y autocomplacientes de fines de los años 90–, no se ha logrado resolver. Probablemente porque, quizás, pasará bastante tiempo antes que podamos encontrar una respuesta concluyente.

El éxito del Frente Amplio, la nueva coalición que ha sido presentada hace algunas semanas, en buena medida pasa porque tengan razón aquellas voces que señalan que Chile busca transformaciones intensas. El proyecto político integrado por los diputados Gabriel Boric (Movimiento Autonomista) y Giorgio Jackson (Revolución Democrática) defiende la modificación del modelo instaurado en el régimen de Pinochet, tiene una mirada negativa de la transición y, entre otros asuntos, analiza que el actual gobierno renunció a su agenda reformista con la que llegó al poder en 2014. “Nuestro país se encuentra frente al agotamiento del proceso de más de 26 años en el que se ha impedido la expresión de la soberanía popular en las instituciones y en la toma de decisiones públicas, lo que se ha traducido en el predominio del gran empresariado en contra de los intereses de la mayoría social”, se señala en la convocatoria pública del pasado 21 de febrero.

El Frente Amplio encuentra un espacio de viabilidad política no solamente en el liderazgo de Boric y Jackson, que encabezan junto a Alejandro Guillier la lista de los dirigentes mejor valorados el país, de acuerdo a la última encuesta CEP. La apuesta de esta nueva coalición –formada inicialmente por 11 partidos, movimientos y organizaciones sociales, pero que se alista a fichar a nuevas agrupaciones– intenta llenar el vacío que por diversas razones han dejado liberado los dos principales bloques políticos que han gobernado Chile desde 1990. Encuentra posibilidades en el 62% que no se identifica con ninguna posición política, en la alta abstención de las últimas municipales, en el 51% de desaprobación de la Nueva Mayoría y el 46% de rechazo a Chile Vamos y, sobre todo, en la confianza minada hacia el Congreso y los partidos políticos. Halla opciones en que el candidato con mayor respaldo según las encuestas, Sebastián Piñera, esté imputado por el caso Bancard.

Pero a diferencia de otras apuestas como la de Marco Enríquez-Ominami, que en 2009 capitalizó el incipiente descontento alcanzando el 20% de las preferencias en las presidenciales, el Frente Amplio parece dispuesto a renunciar a los personalismos para construir una apuesta de largo plazo semejante al exitoso bloque de centroizquierda uruguayo.

La representación parlamentaria y la candidatura presidencial son importantes y necesarias en esa etapa –explican dirigentes del Frente Amplio–, porque permitirá comenzar a configurar a un sector político con identidad y animar los cambios desde el Poder Legislativo. Para los frenteamplistas, sin embargo, todavía resulta de mayor trascendencia la construcción social que vuelva a vincular a la ciudadanía con la política. Fue esa conexión la que se rompió desde el golpe de Estado del ‘73 –agregan– y se terminó de aniquilar con la llegada de la democracia, cuando se ahogó el tejido social que se había formado a comienzos de los ’80 bajo el alero de las protestas.

Se trata de un trabajo lento y a largo plazo –todavía una apuesta sin ninguna garantía de éxito–, pero que ha comenzado. Junto con tener una mesa nacional donde están representadas las 11 fuerzas políticas del Frente Amplio, la coalición se configura a través de formas organizativas modernas: se comienzan a propagar por Chile las asambleas ciudadanas –soberanas en sus respetivos territorios–, con una metodología que recuerda la campaña municipal del alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, que se hizo de la alcaldía derrotando tanto a la Nueva Mayoría como a la derecha (aunque ayudado por un deficiente candidato del oficialismo, DJ Méndez).

El peligro para la Nueva Mayoría se ha comenzado de a poco a reconocer. La propia diputada comunista Camila Vallejo señaló que el Frente Amplio los puede dañar electoralmente: “La competencia del FA obviamente no es con la derecha, sino con sectores de la centroizquierda (…) Y obviamente ahí se van a producir dispersiones”.

Vocación de mayoría y de poder

Probablemente, la primera tentación con respecto al Frente Amplio sea encasillarlo como una coalición testimonial, al estilo de lo que fue el PC en los años ’90 bajo la presidencia de Gladys Marín. Una tercera fuerza que intente sobrepasar al bloque de centroizquierda –antes la Concertación, ahora la Nueva Mayoría–, por la izquierda. Al conversar con sus dirigentes, sin embargo, se intuye que los dardos se dirigen a un horizonte de mayor ambición. El objetivo del Frente Amplio no solo es reunir a las pequeñas fuerzas que en los ’90 y 2000 aparecían de elección y elección en forma de archipiélago, disgregadas, al estilo del Juntos Podemos integrado por los comunistas. Los frenteamplistas buscan superar a la Nueva Mayoría, reemplazarla, y constituirse como la mayor coalición de centroizquierda chilena. Nuevamente, el modelo a seguir es el Frente Amplio uruguayo.

Entre los primeros 11 partidos, movimientos y organizaciones sociales que forman la coalición se hallan algunas fuerzas que no necesariamente provienen de la izquierda tradicional, como el Partido Liberal. Buscan seducir a los desencantados votantes de la Nueva Mayoría, incluso a algún decepcionado de la derecha, pero sobre todo apuntan a conquistar a la inmensa masa de ciudadanos que no acuden a las urnas. De acuerdo a los dirigentes del Frente Amplio, no se trata de gente despolitizada a quienes la política no interese, sino una masa crítica decepcionada por la gestión pública y sus resultados. En el imaginario frenteamplista se encuentra la alta convocatoria que alguna vez tuvo el movimiento estudiantil, las multitudinarias marchas ambientalistas contra Hidroaysén y las recientes protestas contra el sistema de pensiones, que en julio pasado reunieron a unas cien mil personas solo en Santiago.

Por estas razones, explican, no solamente saldrán a marcar al PC en las próximas parlamentarias, aunque competirán en los seis distritos donde los comunistas buscarán la reelección, incluida La Florida de la diputada Vallejo.

A juicio de sus análisis electorales, el espacio que existe fuera de los dos principales bloques configura un escenario atractivo para quien se haga de esa mayoría.

El Frente Amplio nace sobre la base de cinco principios, según se observa en su declaración pública del 21 de febrero:

1 La conformación de una fuerza política y social transformadora cuyo propósito es superar el sistema neoliberal.

2 La unidad en la diversidad, con vocación participativa, democrática y plural.

3 Ser alternativa al duopolio conformado por la derecha y la Nueva Mayoría.

4 Independencia total del poder empresarial.

5 Un programa construido democráticamente como base de la unidad.

Todavía resulta prematuro aventurar el candidato presidencial que llevará el Frente Amplio, aunque parece un hecho que un presidenciable de esta coalición estará en la papeleta el 19 de noviembre próximo. El sociólogo y escritor Alberto Mayol ha sido propuesto por Nueva Democracia –la agrupación que tiene entre sus líderes el ex dirigente comunista Cristián Cuevas–, pero el nombre del candidato definitivo saldrá de la primaria legal que pretenden realizar el próximo 2 de julio, como el resto de las coaliciones. Sea como fuere, la campaña tanto de su postulante a La Moneda como de los aspirantes al Congreso –porque pretenden llevar candidatos en la mayor cantidad de distritos posible–, tendrá un clivaje entre poderosos y ciudadanos. Un discurso que, se comparta o no, parece hacer sentido a cierta parte de los chilenos. Como señala la dirigente Karen Oliva, del Partido Poder Ciudadano, integrante del Frente Amplio: “La diputa es entre los que están arriba y nosotros, entre la casta y nosotros la gente, entre la democracia representativa y la democracia comunitaria y radical, entre los corruptos y nosotros la gente”.

El partido que comenzará a jugar el Frente Amplio recién comienza. El buen desempeño dependerá de un correcto diagnóstico de la sociedad chilena –de la profundidad de las transformaciones y del descontento–, de la madurez del proyecto político y de una adecuada conducción. ¿Será capaz de tener un potencial electoral y evitar un quiebre interno, considerando la cantidad de grupos que se le suman y sus respectivas ambiciones parlamentarias?¿Podrán convocar a nuevos electores o serán capaces de convocar solo a los decepcionados, cuyo número todavía es una incógnita? Mientras esas preguntas se dilucidan, en diferentes partes de Chile se comienza la elaboración de un programa nacional que debería estar finalizado en agosto. El Frente Amplio tiene trabajo avanzado en asuntos como las pensiones y la educación.

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