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Opinión

Vernos como amigos

El sábado pasado, 18 de agosto, se cumplieron 60 años de la muerte...

Por: Equipo DF

Publicado: Lunes 20 de agosto de 2012 a las 05:00 hrs.

El sábado pasado, 18 de agosto, se cumplieron 60 años de la muerte del Padre Alberto Hurtado, fundador del Hogar de Cristo. Sacerdote dedicado a los más pobres y desamparados, supo ver en cada pobre a Cristo, sus “patroncitos”, como solía decir.



No es una simple estampa en la pared o un bonito recuerdo. Es un reclamo viviente para hacer de nuestra patria y del mundo un lugar más justo, fraterno, unido. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de servir. “Si todos nos viéramos como amigos, el mundo sería más justo. Tenemos el poder de hacer justicia social ahora”. Éste es el lema de este Mes de la Solidaridad 2012, en el que se nos exhorta a hacer justicia social ahí donde nos encontremos. Ella no es sólo tarea de los políticos, grandes empresarios o gente con poder: es tarea mía, suya, de todos.

Las palabras del Padre Hurtado no pierden vigencia: “Cristo se ha hecho nuestro prójimo o, mejor, nuestro prójimo es Cristo que se presenta como paciente en los enfermos; necesitado en los menesterosos; prisionero en los encarcelados; triste en los que lloran. Si no lo vemos es por nuestra indiferencia, frialdad o desdén, no porque no existan. Separar al prójimo de Cristo es separar la luz de la luz. El que ama a Cristo está obligado a amar al prójimo, con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas”. Y continúa: “Yo sostengo que cada pobre, cada mendigo, es Cristo que carga su Cruz, y como a Cristo debemos amarlo y ampararlo. Si iniciáramos una campaña, una cruzada de amor hacia el indigente, terminaríamos a corto plazo con los espectáculos deprimentes de la mendicidad callejera”.

Hemos crecido y progresado como país y continente desde los años 50, años de estas palabras del Padre Hurtado. Pero la pobreza ha adquirido otros rostros: jóvenes sin proyecciones de vida, enfermos de Sida, drogadictos. Incluso se debe ampliar nuestra solidaridad a otros rincones del globo.

La caridad comienza donde termina la justicia. Ojalá algún día la beneficencia se reduzca a un mínimo, la elemental a mendigos, presos y enfermos y pierda la urgencia y hondura de hoy, en que aún es materia muy grave y necesaria. Lo que sí es claro es que siempre tendremos a alguien a quien tenderle una mano. Nuestra caridad debe acercanos con quien sufre, para que el gesto de ayuda realizado sea sentido por quien lo recibe no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno. La idea es hacer del otro, de quien sufre, un amigo. Notará que cambia la mirada.

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