Histórica, moral y políticamente es grave (nefasto, al límite) olvidar el pasado; es decir lo que ha ocurrido; considerando esto no sólo empírica o fenomenólógicamente, sino en sus principios y fines, en sus designios y propósitos.
En este sentido, la reciente querella Escalona-Altamirano, que concierne a la Unidad Popular, a la vía chilena al socialismo y al gobierno de Salvador Isabelino Allende Gossens, refrescando la memoria, o informando a inocentes, incautos, simplemente ignorantes o imprudentes, viene a aportar y ofrecer (sin quererlo), datos históricos fundamentales concernientes a la vía chilena al socialismo, cuya energía marxo- socialo- comunista no ha cesado de animar la vida política y cultural chilena hasta hoy.
Es así como en cierto modo, el socialista Carlos Altamirano fue con su extremismo ideológicamente primario, y -sin saberlo- un agente de la Providencia
. Y es esto lo que su actual contradictor (Camilo Escalona), por supuesto no asume; si bien, políticamente, no sin cierta sensatez, y en relación a un debate familiar, ideológicamente común, denuncia, en relación al grotesco extremismo de su contrincante.
Ahora bien, la querella familiar en cuestión, tiene antecedentes -o más bien raíces- que conciernen simplemente al ideólogo Karl Marx y, más próximamente, al comunismo soviético, ya previo a la Revolución de Octubre en Rusia (1917). Bastaría con recordar la crítica de Lenin a los anarquistas rusos; considerados, por aquel, como enfermedad infantil del comunismo. Stalin se encargará luego de restaurar la ortodoxia, y aplicar la sentencia; lo que en buena medida se llevó a cabo con el asesinato de Trotsky. En todo caso, el desafío era fortalecer el Partido (comunista desde luego .)
, para consolidar y exportar la Revolución. El Partido ideológica y lógicamente debía confundirse (sin más) con el gobierno mismo.
En esta vía, simplemente totalitaria y, de suyo criminal, el Partido llegó a ser el Oráculo de la Verdad (Raymond Aron) y, procesualmente
el Juez y Amo de la vida o la muerte, de camaradas miembros, así como de simples herejes.
Aterrizando al caso chileno nuevamente, se puede considerar al marxo-extremista criollo Carlos Altamirano, como una especie de Trotsky autóctono, dado su anarquismo; anarquismo hoy recordado y denunciado por Camilo Escalona. Este último, con su recientemente explicitada relación (no, identificación) Partido- Gobierno (en lo que concierne a la Unidad Popular), aparece, hasta cierto punto, heterodoxo; en cuanto a no determinar partidariamente el gobierno de Allende en lo que concierne al éxito de su vía chilena al socialismo.
Altamirano, por su parte, llevó al extremo la exigencia de identificación (Partido/Gobierno); lo cual, efectivamente , como lo denuncia Camilo Escalona, aceleró y talvez delató (si pudiera decirse) el designio y proyecto totalitario (marxista) de Allende y su Unidad Popular.
En este sentido, la reciente querella Escalona-Altamirano, que concierne a la Unidad Popular, a la vía chilena al socialismo y al gobierno de Salvador Isabelino Allende Gossens, refrescando la memoria, o informando a inocentes, incautos, simplemente ignorantes o imprudentes, viene a aportar y ofrecer (sin quererlo), datos históricos fundamentales concernientes a la vía chilena al socialismo, cuya energía marxo- socialo- comunista no ha cesado de animar la vida política y cultural chilena hasta hoy.
Es así como en cierto modo, el socialista Carlos Altamirano fue con su extremismo ideológicamente primario, y -sin saberlo- un agente de la Providencia
. Y es esto lo que su actual contradictor (Camilo Escalona), por supuesto no asume; si bien, políticamente, no sin cierta sensatez, y en relación a un debate familiar, ideológicamente común, denuncia, en relación al grotesco extremismo de su contrincante.
Ahora bien, la querella familiar en cuestión, tiene antecedentes -o más bien raíces- que conciernen simplemente al ideólogo Karl Marx y, más próximamente, al comunismo soviético, ya previo a la Revolución de Octubre en Rusia (1917). Bastaría con recordar la crítica de Lenin a los anarquistas rusos; considerados, por aquel, como enfermedad infantil del comunismo. Stalin se encargará luego de restaurar la ortodoxia, y aplicar la sentencia; lo que en buena medida se llevó a cabo con el asesinato de Trotsky. En todo caso, el desafío era fortalecer el Partido (comunista desde luego .)
, para consolidar y exportar la Revolución. El Partido ideológica y lógicamente debía confundirse (sin más) con el gobierno mismo.
En esta vía, simplemente totalitaria y, de suyo criminal, el Partido llegó a ser el Oráculo de la Verdad (Raymond Aron) y, procesualmente
el Juez y Amo de la vida o la muerte, de camaradas miembros, así como de simples herejes.
Aterrizando al caso chileno nuevamente, se puede considerar al marxo-extremista criollo Carlos Altamirano, como una especie de Trotsky autóctono, dado su anarquismo; anarquismo hoy recordado y denunciado por Camilo Escalona. Este último, con su recientemente explicitada relación (no, identificación) Partido- Gobierno (en lo que concierne a la Unidad Popular), aparece, hasta cierto punto, heterodoxo; en cuanto a no determinar partidariamente el gobierno de Allende en lo que concierne al éxito de su vía chilena al socialismo.
Altamirano, por su parte, llevó al extremo la exigencia de identificación (Partido/Gobierno); lo cual, efectivamente , como lo denuncia Camilo Escalona, aceleró y talvez delató (si pudiera decirse) el designio y proyecto totalitario (marxista) de Allende y su Unidad Popular.