Como han destacado en estas mismas páginas varios líderes de opinión, el Mundial de Fútbol que se celebra en Brasil ha puesto al país en una suerte de modo de pausa, con todas las miradas puestas sobre el brillante desempeño que ha mostrado la Selección, en torno a la cual nuevamente se ha concitado una contundente y saludable unidad nacional, tras meses de un polarizado debate en torno a reformas estructurales y llamados refundacionales, que han despertado más temores que confianzas en todos los círculos productivos nacionales.
La prueba más elocuente del apoyo transversal al talentoso equipo que encabeza el técnico Jorge Sampaoli ha ocurrido esta misma semana, tras el histórico triunfo de Chile sobre España. Millones de chilenos desde empresas pequeñas, medianas y grandes, hogares, centros de educación, oficinas del gobierno, Congreso y tribunales, hospitales, en la calle, en todas partes, siguieron segundo a segundo el encuentro y, finalizado el partido, los que pudieron salieron a la calle a celebrar desde Arica a Puerto Williams, en festejos que se extendieron hasta la madrugada y que no lograron ser empañados por la condenable acción de grupos aislados de antisociales en Santiago.
Lo que despierta la Selección es ciertamente único y esperanzador. Sus glorias contagian alegría y confianza, más allá del color político o el ingreso económico. Y el apoyo a estos jóvenes es irrestricto. El llamado es a mantener ese mismo espíritu de unidad nacional incluso más allá del Mundial, ya que la exitosa transición política y el desarrollo económico alcanzado por el país en las últimas dos décadas son avales de cómo avanza la nación cuando camina por la senda del consenso.