Tensión en el Estrecho de Taiwán
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La vista de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos a Taiwán, donde aterrizó ayer, ha elevado sensiblemente la tensión diplomática entre ambos países y China, que sostiene que la isla es una provincia rebelde que eventualmente se reunificará con el territorio de la República Popular en algún momento futuro.
Beijing defiende a rajatabla su política de “una sola China”, que es reconocida por la mayoría de los países del mundo, razón por la cual sólo 15 tienen relaciones diplomáticas formales con Taiwán, mientras que en el resto -incluyendo a Chile- el gobierno de Taipei mantiene oficinas comerciales, pero no embajadas. También Washington adhiere a la política de “una sola China”, pero si bien no apoya la independencia de Taiwán, sí respalda su derecho a la autodefensa en caso de agresión, lo que configura una muy compleja y delicada relación con Beijing en esta materia.
Las dos primeras potencias mundiales deben mantener sus diferencias sobre Taiwán en el plano retórico y priorizar la paz.
Nancy Pelosi es la autoridad estadounidense de más alto rango en visitar la isla en muchos años, pero aun así Washington sostiene que no representa un cambio de su política y que no debe entenderse como una provocación a Beijing. La prudencia diplomática del viaje es discutible, sin duda, pero aunque la molestia de Beijing era esperable -al igual que una retórica estridente para rechazarlo-, de ninguna manera debe ser pretexto para medidas que acerquen la posibilidad de un conflicto armado en esa parte del mundo.
Eso, sin embargo, es lo que arriesgan acciones como los anunciados ejercicios militares chinos en la zona esta semana o los vuelos de aviones de combate dentro del espacio aéreo taiwanés, pues si bien tienen numerosos precedentes en otros momentos de escalamiento de las tensiones, hoy ocurren en un contexto internacional marcado por la guerra desatada por Rusia en Ucrania, por ende, más inestable.
No sorprende, de hecho, que Moscú sí califique el viaje de Pelosi -parte de una gira a otros cuatro países de la región- como una provocación deliberada a Beijing. Las dos primeras potencias mundiales no deben caer en ese juego y sí mantener sus diferencias respecto de Taiwán en el plano retórico, ya que preservar la paz tiene que ser su primera prioridad.