Revolución de Hugo Chávez (1999-2013): más que un modelo, una advertencia
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Nadie podría discutir que Hugo Chávez fue una de las figuras políticas más influyentes en la escena latinoamericana en lo que va de siglo. Desde luego, los liderazgos políticos pueden dejar tanto en un sentido positiva como negativa, y este último es innegablemente el caso del mal llamado “líder bolivariano”.
Llegó al poder en 1998 impulsado por la decepción de muchos venezolanos con el sistema político imperante por 40 años, desde la caída de la última dictadura, en 1958; una democracia imperfecta, sin duda, con muchas falencias importantes -de las cuales tal vez la más gravosa fueron la desigualdad y los altos niveles de corrupción-, pero paradojalmente a la vez el período de mayor paz, avance social y crecimiento económico de su vida republicana.
Sin embargo, la promesa de un gobernante democrático reformista -incluso ignorando su fallida asonada golpista de 1992, inexplicablemente amnistiada dos años después- fue rápidamente reemplazada por la agenda de un “socialismo del siglo XXI”, que pese a su nombre conservaba la esencia del fracasado experimento socialista del siglo XX, empezando por su sintonía -finalmente alianza- con la Cuba castrista.
El régimen populista y autoritario de Chávez -híper personalista, estatista y asistencialista-, se benefició del boom de los commodities de inicios de este siglo, que a pesar de ello resultó en un alza sin precedentes de la pobreza, la corrupción y la inseguridad. Su inicialmente exitosa proyección como modelo para la izquierda regional, a través del Alba y la Unasur, concluyó en el fracaso de ambas organizaciones y en una “ola rosada” que no trajo progreso a ninguno de los países que la abrazó.
Tras la muerte de Hugo Chávez hace exactamente una década, el 5 de marzo de 2013, el régimen sucesor de Nicolás Maduro profundizó el modelo chavista, convirtiéndolo en una dictadura en toda regla y en el mayor fracaso económico-social del continente, de lo cual una diáspora de más de 7 millones de venezolanos -más de medio millón de ellos en Chile- es la prueba más palpable y dolorosa.
La revolución chavista, lejos de ser una vía hacia el progreso para los venezolanos, ha sido una receta para la miseria y la violencia. Para la región, antes que un modelo, es una sonora advertencia.