Editorial

Rediseño de subsidios de empleo: una oportunidad

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El optimismo del Presidente Gabriel Boric, en su reciente cuenta pública, respecto a la situación laboral del país no se condice con un análisis detallado de las cifras del sector. Aunque la evidencia refleja que durante esta administración se han creado más de 500 mil empleos, la realidad también muestra que la mayoría son puestos de trabajo informales. Chile tiene, además, un fuerte rezago en la recuperación laboral frente a la situación prepandemia -lo que constituye una lamentable y excepcional posición a nivel mundial-, con un déficit de 175 mil empleos y una tasa de ocupación equivalente a la de hace una década.

La agenda laboral del Gobierno no parece conversar con la urgente necesidad de recuperar empleos. Así, al menos, lo reflejan tanto las más recientes reformas implementadas en el sector, como las que se mantienen en carpeta. Ampliar la negociación de condiciones laborales más allá del interior de una empresa, la engorrosa puesta en marcha de la Ley de 40 horas, posibles nuevos incrementos en el salario mínimo y en el impuesto a la renta y el destino de un 6% adicional de cotización previsional exclusivamente a un sistema solidario, no son precisamente aceleradores de la creación de empleo formal.

Una “ventanilla única” facilitaría un acceso simple y oportuno a trabajos formales y empujaría al alicaído mercado laboral.

Sin embargo, puede haber una oportunidad en la idea de ingresar un proyecto para rediseñar los subsidios al empleo, de acuerdo con lo anunciado por el Presidente, con el fin de unificar los múltiples programas de fomento a la contratación formal para jóvenes, mujeres, personas mayores o con discapacidad, que administran diversos servicios de los ministerios de Trabajo, Desarrollo Social, Mujer y Economía, entre varios otros.

Evitar las duplicidades y aprovechar todos los espacios de sinergia en el Estado para alcanzar los objetivos propuestos al menor costo posible, no es solo deseable desde el punto de vista de la eficiencia en el uso de los recursos públicos, sino también de cara a la ciudadanía. Generar una “ventanilla única” permitiría acceder de manera simple y oportuna a un empleo formal y, con ello, empujar nuestro alicaído mercado laboral.

Urge, eso sí, que esta nueva iniciativa no solo unifique, sino que también emprenda las modificaciones necesarias -eliminando, fusionando o creando aspectos no considerados- para que a través de una herramienta clara para trabajadores y empleadores, el país país pueda retomar el dinamismo perdido en la ocupación formal.

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