Partió la cuenta regresiva para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro que comienzan este viernes, con la atención mundial puesta sobre las nuevas autoridades de Brasil.
Con la suspendida presidenta Dilma Rousseff aguardando el resultado de un juicio político -el que se conocerá pocos días después de la clausura del evento-, será el presidente interino Michel Temer quien tendrá que dar la cara por unos juegos que algunos ya han pronosticado que serán los peores de la historia.
Para Temer, un ex aliado de Rousseff ahora convertido en su archirrival, el evento marcará una prueba de fuego.
Con la economía en la peor recesión en décadas, crece la amenaza de que los trabajadores públicos aprovechen la cita para presionar paralizando servicios, con el potencial de crear un desastre de relaciones públicas. A eso se suman las alertas de terrorismo, una crisis sanitaria por el virus Zika y las críticas a las fallas en las obras de la villa olímpica.
Pero si Temer logra sacar los juegos adelante dará una potente señal a los inversionistas de que lidera una administración más eficiente que la de su predecesora, y más allá de los atletas en el medallero, será él quien podría llenarse de gloria.