El equipo económico del gobierno de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha iniciado una acción articulada para tratar de cambiar la percepción negativa sobre la economía brasileña, marcada en los últimos recientes por un continuo deterioro de las perspectivas de crecimiento y un aumento en las estimaciones de inflación para el gigante de América Latina.
Así, al hablar por separado con periodistas, el presidente del Banco Central Alexandre Tombini, y el ministro de Hacienda, Guido Mantega, ambos trataron de transmitir confianza y recuperar credibilidad. En ese contexto, rechazaron la evaluación hecha por la Reserva Federal en un informe, según el cual Brasil es, después de Turquía, la segunda economía más vulnerable entre los países emergentes, que han sufrido por una salida de flujos atribuida en parte al retiro gradual que está realizando la Fed del programa de alivio cuantitativo (QE) en EEUU.
Ciertamente, la postura de las autoridades brasileñas -que ayer reforzaron su compromiso fiscal- es clave no sólo para devolver la mirada de los inversionistas en el país, sino que también por la gravitancia que tiene Brasil para el resto de las economías de la región, incluyendo por cierto a Chile.