Editorial

Nuevos desafíos para el SII

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La tarea que asume hoy Javier Etcheberry, al hacerse cargo de la dirección del Servicio de Impuestos Internos (SII), le significará emprender desafíos en tres ámbitos clave para la reputación institucional, la confianza que depositan en ella las personas y el correcto ejercicio de las tareas encomendadas al organismo.

El primero, fundamental en una repartición que tiene a su cargo la recaudación de impuestos y la fiscalización tributaria, es de carácter institucional, y tiene que ver con recuperar la imagen y la mística de trabajo en un servicio que ha sido cuestionado por acusaciones de terceros, sobre eventuales tráficos de influencias, a raíz del caso audios. Esta tarea tiene que ver tanto con normalizar las relaciones entre la dirección general y los funcionarios, cuyo quiebre el año pasado se tradujo en una ilegal paralización de actividades; como con recuperar la confianza en que el Servicio tenga la capacidad técnica para aportar estudios robustos para la discusión de políticas públicas en el ámbito impositivo, lo que quedó en entredicho tras los discutibles antecedentes entregados en el marco del debate legislativo sobre elusión tributaria.

El nuevo director del SII está en mejor posición que su antecesor para destrabar nudos del proyecto tributario, pero el tema de fondo trasciende a su capacidad y compromiso.

El segundo desafío -y ciertamente el más importante, pues está ligado a la tarea central de un organismo recaudador- es mejorar el control de la evasión de impuestos, materia en la que la dirección saliente quedó al debe, con patentes dificultades para recaudar en un período especialmente crítico para las arcas fiscales.

El tercer reto es posicionar al SII como una contraparte respetada y confiable en la tramitación legislativa del proyecto de cumplimiento tributario, donde sigue habiendo diferencias importantes entre los planteamientos oficialistas y los de la oposición, especialmente en temas como el alzamiento del secreto bancario y todo lo relacionado con el rol y las facultades que se le entregarían al servicio.

Aunque la decisión del nombramiento de Etcheberry fue sorpresiva, se trató de una jugada hábil del ministro Marcel. Su reconocido prestigio, en los ámbitos público y privado, con un pasado concertacionista, pero con buenas redes en la centro derecha, sumado a una gestión anterior exitosa en el SII, donde dejó como legado una huella de modernización y una notoria disminución en la tasa de evasión, lo hacen una muy buena carta para liderar al organismo en la actual coyuntura e, incluso, en los próximos años.

Sin embargo, lo que el Gobierno no debe perder de vista es que en un tema como éste, más allá de las personas, lo verdaderamente importante es el diseño institucional que hay detrás. Etcheberry, efectivamente, está en una mejor posición que su antecesor para destrabar algunos nudos del proyecto de cumplimiento tributario, pero el tema de fondo trasciende a la capacidad profesional y al compromiso del nuevo director.

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