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Alto contrasteLa ceremonia republicana de cambio de mando que se vivirá esta jornada ha sido precedida de recriminaciones entre las autoridades salientes y entrantes respecto del estado de cosas en el país hace cuatro años y en esta oportunidad, concediéndole una carga innecesariamente tensa y antipática a la actividad.
Con un nivel de simpleza que no se condice con la complejidad de la dinámica económica, los interlocutores se han endosado recíprocamente lo que unos llaman “recesión” con que recibieron el país y otros la “desaceleración” con que se les entrega la economía. Casi como si el país estuviera ad portas de enfrentar una elección, el tenor de las argumentaciones muy probablemente no conectan con la ciudadanía.
El nuevo período de gobierno que se inaugura, en donde la coalición gobernante a partir de hoy asume con un programa relevante de transformaciones y en un entorno económico desafiante, debiera promover, por el contrario, un clima de diálogo y reflexión desapasionada, de modo de que lo que ocurra en materia legislativa sea fruto de un intercambio constructivo y responsable. Encender pasiones, aparte de improductivo e irrelevante, contamina lo que se espera sea el espacio de diálogo que es el Congreso. Son los argumentos y no los reproches o las recriminaciones los que permiten dar forma a mejores leyes que regulen la convivencia y el progreso del país. Es de esperar que las autoridades y la clase política en general sepa hacerse cargo de este imperativo, entendiendo que más que impresionar a los chilenos con sus asertos y declamaciones, deben legislar en su beneficio y provecho.
