En las últimas semanas diversos economistas han promovido la necesidad de debatir respecto de la calidad de los datos que actualmente levanta el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en la medición de la inflación. Se trata de una discusión que, hay que precisar, no tiene más propósito que perfeccionar el instrumento de registro y que en ningún nivel presupone intenciones o mala fe por parte de la repartición a cargo de la medición.
Con distintos énfasis, los expertos han señalado que eventualmente en materia de precio de los arriendos, vestuario, artículos electrónicos y servicios domésticos, se podría estar subestimando la verdadera situación del mercado. El envejecimiento de la canasta, algunos supuestos metodológicos que no serían representativos de la realidad de ciertos mercados y otras hipótesis son las que barajan los economistas a la hora de sugerir explicaciones.
El tema no estuvo ajeno a la presentación del último Informe de Política Monetaria por parte del Banco Central ante la Comisión de Hacienda del Senado, ocasión en la que ante una consulta el presidente del instituto emisor señaló que en todo el mundo hay desafíos metodológicos en este ámbito, agregando que a lo mejor hoy en Chile existen problemas que deben ser mejorados.
Dada la convergencia de opiniones que parece existir entre los expertos en este tema y dada la importancia que tiene esta variable en la dinámica económica, es altamente recomendable no sólo hacerse cargo y resolver en el corto plazo estos eventuales problemas de medición, sino que además generar mecanismos de detección y solución que operen en forma ágil y con mayor periodicidad.