Editorial

Liderazgo ambiental

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El cambio climático representa un desafío para el crecimiento económico, las condiciones del sistema productivo y el desarrollo del sector financiero. Solo en infraestructura, las pérdidas a nivel global se cifran en más de US$ 300 mil millones, de acuerdo con el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, lo que da cuenta de la urgencia de abordar estos riesgos y dar certezas adecuadas para evitar que se inmovilicen inversiones, sobre todo en un país como Chile, que se encuentra entre los más vulnerables a los efectos de la crisis climática.

Chile registra avances en estrategias contra el cambio climático, pero aún restan desafíos para mitigar el impacto financiero.

La relevancia de este desafío lo han puesto sobre la mesa tanto organizaciones internacionales -ONU, OCDE y el Foro Económico Mundial, entre otras- como el propio Banco Central y, recientemente, la Comisión para el Mercado Financiero (CMF). Las recomendaciones más relevantes apuntan a incorporar el cambio climático en las estrategias corporativas, estimular la adopción de marcos legales que faciliten la inversión en tecnologías limpias que dejen atrás el uso de los combustibles fósiles, el impulso de regulaciones territoriales que viabilicen inversiones sostenibles y, sobre todo, generar mejoras en el acceso a información respecto de impactos en la actividad económica.

Chile ha registrado avances. La Norma de Carácter General 461 de la CMF, de 2022, obliga a las entidades reguladas a informar sus impactos en materias de gobierno corporativo y gestión de riesgos en materia ambiental y social, siguiendo los estándares internacionales. Del mismo modo, el Banco Central integra desde 2021 la Red por el Enverdecimiento del Sistema Financiero (NGFS), instancia que ha levantado data respecto de cómo se ha ido integrando la mirada de riesgo financiero a las distintas economías.

Ante este escenario, es de toda lógica que el sistema financiero, las industrias y empresas -en especial las que pertenecen a segmentos intensivos en el uso de energía- concurran hacia una mirada común respecto de cómo abordar la variable climática. Sin embargo, hay desafíos pendientes, que impactan de lleno en la consecución de una matriz productiva más sostenible, relacionados con cómo aportar mayor certeza al proceso de transición, sobre todo en materia de ampliar las coberturas crediticias para nuevas tecnologías y combustibles, como el hidrógeno verde o aplicaciones avanzadas de litio.

La paradoja es que, dado el desconocimiento de la rentabilidad u operación de estos componentes, aún se dificulta el financiamiento a gran escala de proyectos de nuevas energías. Es ahí donde debe notarse el liderazgo ambiental, generando políticas públicas que favorezcan la reducción del riesgo y aumenten la certeza a la hora de invertir para avanzar, así, a paso más decidido.

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