Inflación y tipo de cambio
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Entre fines de marzo y lo que va del mes en curso el tipo de cambio ha subido más de un 10%, contribuyendo a que las estimaciones de inflación para el año sigan al alza. La reciente Encuesta de Expectativas Económicas (EEE) que realiza el Banco Central a los agentes del mercado financiero mostró que la estimación a diciembre escaló a 8,9%, desde un 7,8% estimado en abril.
Esta es la estimación más alta para el último mes del año desde que existe esta encuesta, y se realizó posteriormente a la reciente alza de la TPM de 125 puntos base. Parece bastante evidente que este proceso de aumento de la tasa, que suma 775 puntos base en menos de un año, aún no termina.
La depreciación de nuestra moneda introduce una presión adicional sobre los precios.
La depreciación de nuestra moneda introduce una presión adicional sobre los precios. Aunque mirando el comportamiento del tipo de cambio multilateral (que mide una canasta amplia de monedas), el fenómeno se explica principalmente por una apreciación del dólar, la mayoría de las monedas se ha depreciado, lo que tiende a moderar el impacto inflacionario interno. La apreciación del dólar responde a la expectativa de que la Reserva Federal tendrá que seguir una política monetaria más restrictiva que la anticipada hace algunas semanas.
El hecho de que el fenómeno inflacionario sea bastante generalizado en el mundo, y que responda en parte a shocks de oferta contractivos, no significa en ningún caso que no deba preocupar a Chile, sobre todo considerando que también ha subido la expectativa de inflación para diciembre de 2023, a 4,4%, superior al rango meta. Este es probablemente el elemento que más pesa en la decisión de seguir subiendo la TPM, ya que, si la inflación se hace más persistente, el costo de reducirla en términos de actividad económica también es mayor.
No puede obviarse que las presiones inflacionarias actuales, en Chile y en el mundo, se explican en un grado importante por los generosos estímulos que se dieron producto de la pandemia. En un contexto de liquidez abundante, los shocks contractivos de oferta se traspasan rápidamente a precios finales. En ese sentido, la idea de establecer un IFE de invierno no parece positiva, ya que sería equivalente a “apagar el fuego con bencina”.