Editorial

Impuesto especial a la banca: sumando incertidumbre

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En todos los diagnósticos sobre el estado de la economía surge la incertidumbre como un factor agravante, con un innegable componente político: el proceso constituyente (el concluido y el actual); las reformas tributaria y previsional con foco estatista; las confusas señales ante la delincuencia (caso indultos o estado de excepción en la macrozona norte); y no pocas iniciativas parlamentarias (como los retiros previsionales adelantados y, ahora, los “autopréstamos”).

Entre estas últimas vale la pena destacar la reciente propuesta -impulsada por diputados del Partido Socialista y aprobada en la Sala de la Cámara la semana pasada- de aplicar un impuesto especial a las utilidades obtenidas por la banca en 2022. El argumento para justificar este tributo extraordinario es que los bancos aumentaron sus ganancias un 30% en 12 meses a noviembre pasado, “gracias a la espiral inflacionaria y a las medidas adoptadas por la autoridad para intentar controlarla”, por lo tanto, “sin ningún esfuerzo adicional y a costa del detrimento general de las condiciones económicas de la población”.

Es otro ejemplo del componente político que afecta la confianza de los actores económicos nacionales y extranjeros.

Desde luego, dichas utilidades ya se declararon, por lo que no podrían tributar de forma retroactiva. Por otro lado, la sola idea de imponer tasas excepcionales en función de ganancias excepcionales (que son sólo un indicador entre varios) equivale, en la práctica, a penalizar los buenos resultados, esto es, a desincentivar la rentabilidad. Hoy, en la banca; en el futuro, en otras industrias con utilidades mayores que las proyectadas. Y por cierto, la pretensión de que recaudar más recursos fiscales es la manera óptima de “aliviar los efectos de la inflación y la crisis económica en las familias más vulnerables y las pequeñas empresas”, como plantea el proyecto, carece de sustento en la experiencia chilena reciente.

Más bien, lo anterior es otro ejemplo de ese componente político -y en este caso, claramente populista- que eleva la incertidumbre para los actores económicos nacionales y extranjeros. El Gobierno, hasta ahora, no ha acogido la propuesta de la bancada del PS y es de esperar que no lo haga. Hoy, justamente, es momento de dar certezas y señales de confianza, no de sembrar nuevas inquietudes.

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