La fe debe llevar al encuentro. Es curioso, pero a veces pareciera que no es así. Hay personas muy creyentes, de todos los credos y, entre más se ufanan de su vez, más lejos están de los demás. O solo se acercan a los iguales, para aplaudirse unos a otros de lo bien que están y de lo mal que están los demás.
El Papa Francisco ha insistido en estos meses de su pontificado que hay que “salir de uno mismo, buscar al que está fuera de ti; ser periférico no es estar en la pobreza extrema; todos somos periferia en la medida que no nos sentimos acogidos, aceptados, amados”.
De ahí que el hombre de fe y sobre todo el cristiano, es quien va a las periferias existenciales. “Lo contrario a lo periférico es el quedarse estancado en tu lugar cómodo y sin contrariedades; quedarse en el centro, que debiera ser Dios y el todo en todos; pero esto no sucede, y por eso hay que salir a buscar a los descarriados, pero sin tratarlos como si los que buscan son los que tienen la razón. Dios es el único centro que nos llama y no une, une a la vida humana y une a la vida en familia”, señala el Papa.
Donde se nota con mayor agudeza el egoísmo humano es en el campo económico: “Nuestro mundo está idolatrando al dinero; se desarrolla una política mundial muy impregnada en eso, en el protagonismo del dinero, lo que hace que vivamos una economía sin ética, que nadie controla y que va ordenando la sociedad de centros a extremos”, dice el Papa. “Lo que importa pareciera ser sólo el centro: aquel lugar donde se concentra el dinero, donde se invierte, donde hay mayor posibilidad para adorar al dinero; pero en los extremos están los ancianos que no tienen previsión, por lo tanto no sirven, son un estorbo; los niños que mueren de hambre, los jóvenes que no tienen educación, los enfermos que no tiene acceso a la salud, los hombres y mujeres sin trabajo. Ellos no son noticia, pero que las bolsas caigan 3 o 4 puntos sí es noticia”. Y el Pontífice continúa: “Estamos viviendo un humanismo deshumano, por eso tenemos que salir a buscar los extremos, a preocuparnos de ellos, de esa humanidad que sufre, ¡que es un drama!”.
“Vivir este tiempo significa también entrar cada vez más en la lógica de Dios, de la Cruz y del Evangelio. Es seguir y acompañar a Cristo, lo cual exige “salir”: Él ha salido de sí mismo para venir a nuestro encuentro”.
El inicio de año ofrece la oportunidad de replantearse las prioridades en la vida. Una buena oportunidad para colocar a Dios en el centro de la existencia. Verá que es la mejor opción.