Editorial

Evolución del empleo pospandemia

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os mediciones recientes entregan señales positivas sobre la reactivación del empleo, a nivel nacional y en la Región Metropolitana.

Por un lado, según el Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la UC, la tasa de ocupación nacional está en el nivel más alto desde que el inicio de la pandemia (53,6%), lo que significa que se ha recuperado el 78 % de los 2,4 millones de puestos de trabajo perdidos durante la crisis sanitaria. De otra parte, el Observatorio Laboral de Sence de la Región Metropolitana estima en 78,7% el porcentaje recuperado de los 773.344 empleos perdidos en el punto más duro del impacto laboral, entre mayo y julio del año pasado.

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Ambas mediciones dan cuenta de un aumento en la creación de empleos formales -otro dato alentador-, si bien a menor ritmo que los trabajos informales.

Las cifras reflejan, con todo, un momento de inusual dinamismo económico, impulsado en medida muy importante por la masiva inyección de liquidez que han representado las ayudas estatales de emergencia y los tres (hasta ahora) retiros adelantados de ahorros previsionales. Así lo han recalcado el Banco Central y otras instituciones, que también han anunciado con preocupación el escaso crecimiento del PIB en los próximos dos años, y tal vez más allá.

Por eso cobran sentido las prevenciones que hizo en este diario la dirección ejecutiva de LyD, quien estima que este año podría haber un déficit de 400 mil a 500 mil puestos de trabajo en comparación con el nivel prepandemia. Esto, justamente sobre la base de una expansión del PIB de entre 1,5% y 2,5% en 2022 proyectada en el último Informe de Política Monetaria.

En efecto, ese probable bajo rango de crecimiento se suma a los ajustes laborales realizados en diversos sectores en aras de la eficiencia, la adaptación tecnológica y el control de costos (muchos de los cuales serán permanentes), para configurar un muy complejo mercado del trabajo en el corto y mediano plazo. Más allá, el desafío para las empresas, los trabajadores y el Estado es el mismo que antes del coronavirus: subirnos al carro de la cuarta revolución industrial.

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