Editorial

En Europa, una guerra evitable

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o segunda vez en ocho años, las capitales europeas y los gobiernos de las principales potencias del mundo están en alerta ante la posibilidad de una guerra en Europa. Nuevamente, el potencial agresor es Rusia y el blanco es Ucrania, pero lo que en 2014 se zanjó con la anexión ilegal de la península de Crimea por parte de Moscú, hoy podría derivar en una invasión con mayores repercusiones a nivel internacional.

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Esta vez, a las inevitables consecuencias económicas de una guerra estratégica para el suministro ruso de hidrocarburos a Europa -junto al ya anunciado régimen de sanciones que ella detonaría- se suma la conformación de un eje Moscú-Beijing claramente contrapuesto al que mantienen Washington y la Unión Europea. Sólo en los últimos días, el Presidente de Francia y los ministros de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña y Alemania han visitado Rusia -y el Presidente de EEUU conversado telemáticamente con su par ruso-, en intentos por reducir las tensiones de un posible ataque ruso.

Lo que explica este temor son las cerca de 100 mil tropas que Rusia ha posicionado cerca de la frontera con Ucrania desde noviembre pasado, en declarada molestia por la posibilidad de que este país pueda integrarse a la OTAN (una meta que Ucrania consagró en su Constitución en 2019 y que la OTAN respalda desde 2008, aunque no existe un cronograma al respecto). Moscú también alega que la minoría rusa residente en Ucrania correría peligro de ser discriminada o perseguida en caso de que el país se integre a la alianza militar occidental.

La escalada de tensión de las últimas semanas tuvo ayer un bienvenido respiro con el anuncio (no confirmado) de que algunas tropas rusas se alejaron de la frontera ucraniana, mientras que el Presidente Putin aseguró que “por supuesto” su país no desea una guerra. Lo cierto es que un conflicto bélico por las razones expuestas resultaría incomprensible, pues ni los intereses ni la seguridad de Rusia están en peligro inminente. Convertida actualmente en potencia de segundo orden por una combinación de motivos, cuesta ver cómo una guerra (incluso exitosa) podría ayudar a Rusia a lidiar con los muchos problemas y desafíos que tiene en la actualidad.

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