El dilema de Bolsonaro: prédica y práctica
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ás allá de la caricatura que han construido sus detractores sobre lo que podría ser la futura administración de Jair Bolsonaro en Brasil, la pregunta de fondo es si su gestión contribuirá a superar trabas estructurales que impiden el tan postergado despegue de Brasil como potencia económica de nivel mundial.
Dado que la promesa del futuro gobierno es adoptar un enfoque liberal alejado del prisma estatista de sus antecesores de distinto signo a lo largo de décadas, ello implica conciliar un ambicioso programa de reformas con las realidades de un entorno político y social que resistirá muchas de ellas, si no todas.
El análisis mezquino (incluso cínico) recurrirá al manido dicho de que “otra cosa es con guitarra” para argumentar que, enfrentado a la presión real de un escenario político poco dispuesto a los sacrificios que vienen asociados a las reformas estructurales —privatización de empresas, apertura comercial, sistema de pensiones, reducción de la burocracia y otras—, Bolsonaro deberá abandonar su elogio del modelo chileno en favor de un pragmatismo que sólo hará cambios cosméticos. Ni terapia de shock ni gradualismo.
Sería lamentable que el nuevo gobierno cediera ante esa lógica sin antes hacer un decidido, sincero y sostenido esfuerzo por implementar el programa de cambios que le dio una contundente victoria en las urnas. Es cierto que la ciudadanía, una vez terminada la elección, puede mostrarse inconsecuente con lo que ella misma ha votado, cuando los costos se hacen sentir. Pero los líderes responsables no pueden claudicar ante la resistencia a cambios que, aunque políticamente onerosos, saben necesarios para el país.
El equipo económico de Bolsonaro tiene el desafío, y a la vez la tremenda oportunidad, de iniciar el arduo tránsito de Brasil desde un caso de histórico desarrollo frustrado, hacia el país industrializado que podría ser. La consecuencia política entre la prédica de su programa y la práctica de su gobierno sería un excelente primer paso.