El cortoplacismo como trampa
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El más reciente IPoM del Banco Central confirmó proyecciones pesimistas para el crecimiento económico de este año y el próximo, con escasas probabilidades de una mejoría más que leve en los años siguientes. En ello juegan un rol factores externos como la reciente pandemia y una economía mundial alicaída por diversos motivos, pero más pesan los factores internos, tanto recientes (agenda gubernamental y entorno regulatorio) como de más larga data (productividad estancada desde hace una década).
Lo anterior da pie al diagnóstico de que Chile puede haber caído en la llamada “trampa del ingreso medio”, que condena a los países a un crecimiento mediocre una vez que ciertas ventajas iniciales bajan su rendimiento, como la apertura comercial o el boom de los commodities, por ejemplo.
Sucesivos gobiernos han descuidado la visión de largo plazo y hoy estamos pagando el precio de ese descuido.
No faltan razones para creerlo, pero algunos de los problemas que enfrenta el país apuntan a otra posible “trampa” para nuestro desarrollo: el cortoplacismo. Esto, desde una doble perspectiva.
Por un lado, la tendencia a ser reactivos ante crisis reiteradas y previsibles (los incendios forestales, las lluvias torrenciales, las protestas violentas), o bien diagnosticadas (el déficit hídrico, la escasez de viviendas), a las cuales se responde con anuncios de planes y leyes de dudoso impacto real. Por otro lado, la incapacidad de enfrentar con visión de largo plazo problemas latamente conocidos, como ocurre en educación, salud, pensiones, inseguridad, debilitamiento institucional o el deterioro del Estado de derecho.
“Yo veo que en algunos países (de A. Latina) hay demasiado cambio político y poca continuidad (…) Falta inversión de largo plazo, no en pocos años, sino pensando en 20, en 30. Ese es el secreto del desarrollo”, comentaba un embajador asiático en una entrevista con DF esta semana.
No se trata de copiar modelos, pues cada país debe buscar su propio camino al progreso, en función de su realidad, sus recursos y sus aspiraciones. Pero sin duda hay reflexiones y experiencias de las cuales se puede sacar partido y extraer enseñanzas. En Chile, sucesivos gobiernos han descuidado esa “inversión de largo plazo”, tal vez pensando que los réditos políticos se los llevarían otros en el futuro, mientras que ellos pagarían los costos en el presente.
Los chilenos estamos pagando hoy el precio de ese descuido.