Hace meses que los economistas vienen manifestando su desencanto con el estancamiento de Brasil. Pero más allá de la decepción por un crecimiento que pasó de 7,5% en 2010 a 0,9% en 2012, la mayor economía de Sudamérica atraviesa una compleja disyuntiva, con la inflación encaminada en una persistente alza.
La semana pasada el banco central elevó la tasa de interés por séptima oportunidad consecutiva desde abril. En 10,5%, es la más alta a nivel mundial, y el incremento de 50 puntos superó las estimaciones.
El presidente del banco central, Alexandre Tombini, está siguiendo fielmente la receta de endurecimiento monetario contra las alzas de precios, pero esta vez podría no ser suficiente, porque el alza de la inflación no responde tanto a un recalentamiento de la demanda interna como a un efecto cambiario. En los últimos tres meses el real ha caído 7,4% frente al dólar y es la segunda moneda de peor desempeño del mundo, afectada por el retiro de estímulo de la Fed, en EEUU.
El banco central intenta contener las expectativas inflacionarias que amenazan con desanclarse, pero por ahora las alzas de tasas sólo parecen estar afectando el dinamismo de la economía.