China, laboratorio digital
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ncluso para que Chile siga explotando provechosamente sus recursos naturales —además de impulsar otros sectores productivos—, es preciso sumarnos con más celeridad y energía a los cambios asociados a la cuarta revolución industrial, y en particular a las innovaciones de la llamada economía digital. Una economía esencialmente de datos, no de productos físicos transables, donde el valor viene dado por la abundancia, en lugar de la escasez.
Esa fue la motivación tras el evento online organizado ayer por este diario: “DF Live China: el gran laboratorio mundial para la economía digital del siglo 21”. La que hoy es la segunda economía del mundo, y que posiblemente se convierta en la primera hacia fines de esta década, está aprovechando la inmensa abundancia de datos que entregan sus 900 millones de habitantes conectados a internet, más los millones que se conectan a la red vía sus teléfonos celulares, para impulsar el crecimiento de uno de los mercados más digitalizados del planeta.
Las diferencias con China son, por supuesto, enormes y muy variadas, empezando por su sistema político y su entorno regulatorio, sumado a una organización económica en la que el Estado juega un rol gravitante. Ello no impide, sin embargo, que sea una economía de mercado, como la reconoce la OMC, donde la competencia es tanto o más intensa que en cualquiera de las economías occidentales donde el Estado no tiene ese protagonismo económico.
Hace sentido, por ende, mirar la experiencia de nuestro primer socio comercial (y cada vez más importante inversionista) con la economía digital, no con el ánimo de emularlo, sino de extraer lecciones que puedan ser útiles para un país como el nuestro. Sistemas de pago, contratos electrónicos, Fintech, protección de datos, banca digital, incluso criptoactivos, son sólo algunas de las áreas en las que China está a la vanguardia de la nueva economía. Es la escala del mercado chino lo que lo vuelve un laboratorio de excepción —para la economía de datos como de bienes físicos, por cierto— y estudiarlo con atención (y mirada crítica, también) es una estrategia inteligente de cara al futuro.