Editorial

Buenos Aires

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Este martes se realizó el Encuentro Regional de Empresas (Erede) 2024, en Concepción, al que el Presidente Gabriel Boric asistió de manera telemática, debido a la crisis política desatada por el caso Monsalve. Los presentes en la cita no solo lamentaron la no asistencia en persona del mandatario, sino que además hubo críticas a lo que se considera que sigue siendo un manejo errático de la actual coalición de Gobierno en lo político y -esencialmente- en lo económico.

El FMI posiciona a Argentina al tope del crecimiento en la región en 2025, con 5%, mientras que Chile permanecería estancado.

El país necesita ponerse de acuerdo sobre “qué tipo de Chile queremos, pues hoy no existe una visión de país”, resumió el economista Sebastián Edwards, uno de los principales oradores. Veinte años atrás, Chile tuvo “un milagro económico”, que posicionó al país como líder en crecimiento, competitividad y atracción de inversiones. Fue un período donde las tasas de crecimiento promedio anual de 5% impulsaron que la producción se duplicara en 14 años. Hoy, con proyecciones de un PIB tendencial en torno a 2%, el mismo logro demandaría unos 40 años. Sin embargo, la actual administración se ha conformado con expansiones en torno a ese rango, criticando a los “agoreros” que alguna vez estimaron tasas aún menores.

En palabras de Edwards, el problema es el cortoplacismo y, de seguir así, vaticinó, “si a Milei le va bien, Argentina nos va a superar”, en referencia al fin del “milagro chileno”, entrampado hace más de una década en malas decisiones, que se resumen en la baja productividad estructural de la economía nacional. Cifras del Banco Central y de la Comisión Nacional de Productividad, así como del FMI, grafican que la Productividad Total de Factores (PTF) en Chile -que mide la eficiencia con que se combinan capital y trabajo- muestra un estancamiento e, incluso, desempeños negativos en al menos los últimos cinco años.

Ya en 2018 la PTF fue de 0,8%, a lo que siguieron contracciones en 2019 y 2020, tras el estallido social y la pandemia. En 2023 no superó el 0,2%, lo que refleja que la productividad en Chile no despega. Y a ello hay que agregar que esta administración ha hecho de la obstrucción al desarrollo de grandes proyectos de inversión uno de sus sellos.

Por el contrario, al otro lado de la cordillera, el Presidente argentino lleva adelante una serie de reformas y un programa que incluye todo lo que su par chileno rehúye. Está dando una lucha contra la excesiva regulación que paraliza inversiones, acabando con subsidios estatales, pese al doloroso costo social que ello implica, con la esperanza de reducir el gasto público y sanear las cuentas nacionales, y ha introducido reformas para flexibilizar el mercado laboral de modo de dar aire a un esquema anquilosado.

En su reciente informe Panorama Económico Mundial, el FMI posicionó a Argentina al tope del crecimiento de la región, con un 5% para 2025, mientras que Chile seguiría estancado en 2,5%. Puesto así, los buenos aires soplan para un país que se está atreviendo a tomar decisiones complejas, pero necesarias para permitir que el emprendimiento y la productividad le ganen a la resignación y a recetas que siguen demostrando su ineficacia.

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