Advertencias constitucionales
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Transcurridas siete semanas desde el plebiscito de salida, los parlamentarios todavía no arriban a un acuerdo sobre la continuidad del proceso constitucional. En el intertanto, las partes han ensayado todo tipo de fórmulas y propuestas: desde la repetición de un proceso casi idéntico al que fracasó en septiembre, hasta comisiones de expertos, pasando por definiciones de “bordes” y de “árbitros” que velen por su cumplimiento, así como reducciones en el número de constituyentes o en el tiempo de redacción.
Asimismo, se ha debatido sobre la necesidad de designar una nueva Convención Constitucional, de rebautizarla, como también de incorporar al Congreso Nacional, de encomendarle la totalidad de la tarea o excluirlo del todo.
Los políticos no deben insistir demasiado en la fórmula constitucional en desmedro de sus tareas como legisladores.
Los términos de las negociaciones del acuerdo también han sido objeto de polémica, incluyendo los cuestionamientos a la participación del Ejecutivo, el peso de cada uno de los partidos en la mesa negociadora, el surgimiento de una mesa negociadora paralela y la muy relevante cuestión de si debe haber un nuevo plebiscito de entrada.
En medio de esta confusión, los parlamentarios deberían atender a tres advertencias. La primera es que la ciudadanía no está disponible para repetir la traumática experiencia del proceso anterior. Si los promotores de una nueva Constitución obtienen una sola lección del fracaso del 4 de septiembre, debería ser que los términos del nuevo proceso deben ser radicalmente diferentes al recién concluido.
En segundo lugar, que, para ser exitoso, el texto final que se proponga debe contener los mínimos comunes que permiten nuestra convivencia pacífica, sin ganadores ni perdedores. De lo contrario, no sólo no podrá ganar el segundo plebiscito de salida, sino, lo que es peor, no conseguirá que los chilenos sientan la Constitución como propia.
Y finalmente, que todas las encuestas empiezan a mostrar un agotamiento del tema constitucional, junto a un creciente escepticismo ciudadano frente a su capacidad para solucionar todos los problemas que aquejan al país. Si los políticos insisten demasiado en la fórmula constitucional en desmedro de sus labores como legisladores, le estarán fallando al proceso y al país.