Ad portas de la COP 28

La COP 28 comienza esta semana en los Emiratos Árabes Unidos y un foco importante estará puesto en el ámbito de emisiones de carbono, cuya acumulación en la atmósfera es tal vez la causa principal del efecto invernadero (aumento de la temperatura). En particular, por primera vez se presentará un balance mundial sobre cuánto se ha avanzado en los objetivos del Acuerdo de París de 2015. Por otro lado, se tratará de definir una meta global de adaptación al cambio climático, un propósito aún poco nítido que es preciso objetivizar.

Fijar metas más ambiciosas de reducción de emisiones -incluso cuando éstas se alcancen- debe ser sólo parte de la respuesta.

“El impacto del cambio climático en la economía exacerba los riesgos financieros tradicionales”, dijo la presidenta del Banco Central en un seminario esta semana. En efecto, lo que pone en evidencia la COP con creciente fuerza cada año es el impacto que tiene el calentamiento global -o el temor a sus eventuales consecuencias más adelante- en las proyecciones económicas mundiales.

Con todo, si bien parece útil que la COP28 entregue evidencia sobre si la preocupación por el cambio climático ha traducido en progreso cuantificable, basar en ella la prueba de “éxito” o “fracaso” sería el error de los extremos de alarmismo, por un lado, y derrotismo, por el otro. Lo que sí parece claro, a la luz de la evidencia que ya está disponible, es que fijar metas más ambiciosas de reducción de emisiones -incluso cuando éstas se alcancen- será solamente una parte de la solución.

Como han señalado diversos expertos, una forma de acelerar la velocidad de los avances -o de iniciarlos si no los hay- es intensificar la dimensión local de sus esfuerzos, ya que allí es donde pueden generar mejores resultados.