Editorial

Acuerdo con la Unión Europea: buenas noticias

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Hace cinco años la Chile y la Unión Europea (UE) acordaron actualizar el acuerdo de asociación que norma el comercio y las inversiones entre ambos, el cual entró en vigor en 2003. Aunque las negociaciones técnicas finalizaron en los últimos meses del Gobierno anterior, el actual planteó algunas observaciones que han dilatado su firma definitiva, que no obstante ha calificado como “una prioridad”.

Según informó DF ayer, los equipos de expertos chilenos y europeos han destrabado los principales puntos que mantenían en suspenso dicha firma, relacionados principalmente con el artículo sobre “export pricing” en energía y materias primas -que el Ejecutivo temía podía resultar inconveniente para Chile en lo tocante al litio-, y con requisitos de I+D a los inversionistas europeos para establecerse acá, entre otros aspectos.

Dado el peso que tiene Europa para Chile como socio comercial e inversionista, la modernización de este acuerdo es un asunto de la mayor relevancia para el país.

Dado que la UE es el tercer socio comercial de nuestro país, el tercer destino de nuestras inversiones y el primer inversionista regional, la modernización de este acuerdo es un asunto de la mayor relevancia para Chile. Más aun en momentos en que un factor clave para superar la anunciada recesión en ciernes es la capacidad de atraer más inversiones al mercado local, tanto nacionales como extranjeras. En cuanto a las exportaciones chilenas al bloque, virtualmente el total de los productos chilenos quedará ya sea con una rebaja arancelaria o por completo libre de arancel.

Tanto el Presidente Boric como la canciller han manifestado su voluntad de que el acuerdo esté ratificado este año, lo que parece del todo probable a la luz de los nuevos avances en las negociaciones sobre los puntos pendientes. Desde luego, ello no impide en el futuro perfeccionar aspectos que lo ameriten, si las partes así lo entienden, en función de la evolución de la realidad económica y comercial. Lo importante es que se reconozca -como ha sido la norma por mucho tiempo- un marco mutuamente acordado que entregue estabilidad y seguridad tanto a los intercambios comerciales como a las relaciones económicas, a partir de beneficios evaluados objetivamente, sin sesgos ideológicos ni información engañosa.

Esta es una lógica, por cierto, que debe animar otros pactos económicos de Chile con el mundo, como el TPP-11.

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