Xi Jinping enfrenta decisión fatídica sobre Ucrania
Gideon Rachman, © 2022 The Financial Times Ltd.
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Gideon Rachman
Justo antes de que Rusia invadiera Ucrania, Vladimir Putin se reunió con Xi Jinping en Beijing. Poco después, los dos países anunciaron una asociación "sin límites".
En los próximos días puede quedar claro si realmente no hay límites en la asociación entre China y Rusia, tras las informaciones de que Moscú le ha pedido ayuda militar a Beijing. Si Xi accede a esa petición, China entraría de hecho en una guerra indirecta con EEUU y las naciones de la OTAN que respaldan a Ucrania. Esta decisión podría representar el fin del sistema económico globalizado que ha impulsado el extraordinario ascenso de China en los últimos 40 años.
Rusia y China comparten una profunda hostilidad hacia el poder global de EEUU. Pero han abordado su rivalidad con EEUU de maneras muy distintas. China puede permitirse jugar un "juego largo", confiando en su poderío económico para cambiar el equilibrio del poder mundial. Pero Rusia, en una posición económica más débil, ha apostado por la fuerza bruta en Ucrania.
La apuesta de Putin amenaza ahora el largo juego de Beijing. Es posible que los responsables políticos chinos hayan previsto una eventual ruptura de las relaciones con EEUU, pero gracias a Rusia, ahora enfrentan un enfrentamiento con Occidente con un calendario muy acelerado.
Si China ayuda a Rusia a eludir las sanciones occidentales, es probable que sea objeto de sanciones secundarias, un tema que Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de EEUU, le planteará a Yang Jiechi de China cuando se reúnan esta semana. El suministro de armas al ejército ruso alimentaría las peticiones de sanciones occidentales a China, el boicot de los consumidores y la retirada de las empresas.
Una guerra rusa corta y victoriosa le habría convenido a China. La narrativa favorita de Beijing sobre el inexorable declive del poder estadounidense habría parecido aún más creíble. El escenario podría haber estado listo para un ataque chino a Taiwán.
En cambio, Rusia se ha empantanado. La alianza occidental se ha reactivado, y EEUU y sus aliados han presentado un nuevo arsenal de sanciones económicas que parecerá muy amenazador en Beijing.
China tiene que digerir ahora la noticia de que, como consecuencia de las sanciones occidentales, Rusia ha perdido el acceso a la mayor parte de sus reservas de divisas. Como señala el economista Barry Eichengreen, una de las principales razones por las que los países mantienen reservas de divisas es "como arcas de guerra a las que recurrir en un conflicto geopolítico". Pero China, que cuenta con las mayores reservas de divisas del mundo, acaba de descubrir que podría perder el acceso a sus arcas de guerra de la noche a la mañana.
China no es autosuficiente ni en energía ni en alimentos. Lleva décadas preocupada por el "dilema de Malaca": la amenaza de que la marina estadounidense pueda bloquear a China cortando rutas marítimas clave. Las enormes inversiones de China en su armada tienen como objetivo, en parte, evitar esa posibilidad. Ahora, sin embargo, Beijing tiene que considerar la posibilidad de que una congelación de las reservas de divisas del país, unida a otras sanciones financieras, pueda ser tan amenazadora como un bloqueo naval.
No hay una salida fácil de esta situación, lo cual es muy frustrante para China. La solución obvia sería que comerciara cada vez más en su propia moneda, el renminbi. Pero, Beijing ha evitado hacer totalmente convertible el renminbi, por temor a que provoque una desestabilizadora fuga de capitales.
El hecho de que la Unión Europea (UE), el Reino Unido, Suiza, Corea del Sur, Japón y Singapur se hayan sumado a las sanciones financieras a Rusia ha creado un frente unido de economías desarrolladas que debería preocupar a Beijing. China se ha medido en repetidas ocasiones directamente con EEUU, marcando hitos a medida que avanza: la mayor potencia comercial; la mayor economía medida por el poder adquisitivo; la mayor armada. Sin embargo, si China tiene que medirse ahora no sólo con EEUU, sino también con la UE, el Reino Unido, Japón, Canadá y Australia, su posición relativa parece mucho menos poderosa.
Está claro que intentar aislar económicamente a China sería mucho más difícil que imponerle sanciones a Rusia, una táctica que no ha sido indolora. China está profundamente integrada en las cadenas de suministro occidentales. Muchas multinacionales occidentales han situado a China en el centro de sus estrategias comerciales.
Por esa razón, incluso algunos de los funcionarios estadounidenses de línea dura con respecto a la política hacia China han aceptado que la interdependencia económica entre EEUU y China es un hecho. Pero una crisis mundial hace que la gente se replantee las premisas básicas. La idea de una separación económica de China de Occidente, antes impensable, empieza a parecer más plausible. Incluso podría parecerle atractiva al creciente grupo de nacionalistas económicos occidentales que ahora consideran que la globalización es un error desastroso.
Los cálculos militares de China también parecen repentinamente más complicados. Si el experimentado ejército ruso no puede imponerse fácilmente en una invasión terrestre de Ucrania, ¿cómo podría China llevar a cabo la mucho más compleja invasión marítima de Taiwán? La experiencia ucraniana sugiere que los taiwaneses contraatacarían y que China tendría que aceptar grandes bajas, conforme Occidente ayudaría militarmente a Taiwán. Y aunque el presidente Joe Biden ha descartado en repetidas ocasiones luchar por Ucrania, sí ha sugerido que EEUU defendería a Taiwán.
A menudo se asume que China será el socio principal en la asociación "sin límites" con Rusia, pero la decisión de Xi de abrazar a Putin parece ahora un error de cálculo. Es difícil jugar el juego largo si te asocias con un jugador imprudente.