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Columnistas

Una clase (política) magistral

FERNANDA GARCÍA Faro UDD

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 21 de marzo de 2025 a las 04:03 hrs.

Jeanette Jara es una líder de aquellas. Su gestión política ha sido brillante y, lamentablemente, como suele ocurrir cuando surge un liderazgo relevante, el costo para los trabajadores chilenos es altísimo. Veamos. Las virtudes son difíciles de adquirir y fáciles de perder; los vicios, fáciles de adquirir, pero casi imposible librarse de ellos. Esto ha ocurrido con la economía y la cultura del trabajo en nuestro país, y el rol de Jara ha sido crucial. Para sembrar odiosidad y hastío, hace falta una sola frase, lanzada al aire por una dirigente política locuaz. Para construir una cultura laboral respetuosa de la formalidad, que explique a trabajadores la importancia del ahorro previsional a largo plazo (aunque merme el ingreso líquido), y forje a los empleadores en el (molesto) hábito del cumplimiento legal, hacen falta décadas. Esta virtud que Chile construyó por años, hoy comienza a ceder ante palabras vacías.

“La gestión personal de Jara es admirable. Dota al Presidente de un legado a pesar de no ser su favorita, regala una carta presidencial a su partido, sorteando su sabotaje, y con astucia, construye para sí misma un camino de asenso prometedor”.

“Paguen mejor”, espetó en su momento Jara a los líderes empresariales. Sostuvo que “las personas ganan muy poco y trabajan mucho”, y que eso, en cierta medida, explicaba la informalidad laboral. Meses después, ella misma, junto al Presidente y sus ministros, bailan al ritmo de la cumbia, al promulgarse la reforma de pensiones. La alegría oficialista, desgraciadamente, se da en un contexto poco auspicioso para el mercado laboral. El empleo no ha logrado alcanzar la tasa de ocupación prepandemia, y aún restan 280.000 puestos de trabajos por recuperar. En paralelo, la dinámica reciente de la informalidad es preocupante, y las escuetas perspectivas de crecimiento a largo plazo, de apenas 1,8% anual, no son suficientes para revertirlo.

La adversa realidad hace que la celebración sea cruel, pero no injustificada. Y es que la gestión política de la ministra del trabajo comunista ha sido impecable. Con magros resultados económicos, nulo crecimiento, y a pesar de la alta desaprobación del Gobierno que integra, culpa al empresariado del aumento de los niveles de desempleo e informalidad. Al mismo tiempo, es capaz de sortear (no sin dificultad), las resistencias de su sector para aprobar una reforma de pensiones muy particular. Una que les molesta por refrendar la capitalización individual y el sistema de AFP, pero que, cual caballo de troya, introduce veladamente el reparto. Una que concita el apoyo de los sectores más razonables de la oposición, pero que es capaz de sellar la fractura en las derechas. Una reforma que, en buenas cuentas, solo un político “de aquellos” es capaz de concretar a vista y paciencia de todos: aquella cuyos efectos económicos relevantes serán palpables por la ciudadanía de manera relevante ad portas de elecciones presidenciales y parlamentarias en las que su artífice, espera jugar personalmente un rol relevante.

La gestión personal de Jara es admirable. Dota al Presidente de un legado a pesar de no ser su favorita, regala una carta presidencial a su partido sorteando su sabotaje, y con astucia, construye para sí misma un camino de asenso prometedor. El costo para el empleo, el crecimiento, y el modelo económico chileno es, además, altísimo, todo un logro comunista. Los trabajadores ya empiezan a sentirse incómodos con la formalidad. El crecimiento se ve cada vez más lejos ante nuevas sombras de encarecimiento laboral. Y el modelo tiembla ante las expectativas electorales, pero sobre, ante el debilitamiento de la cultura del esfuerzo y la formalidad que tanto costó construir. No es de extrañar entonces, que el Presidente y la ministra “sacaran sus mejores pasos”. Hay motivo para celebrar.

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