TPP11, ¿por qué ahora sí?
Jorge Sahd K. Director Centro de Estudios Internacionales UC
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Jorge Sahd K.
De tanto en tanto, el Acuerdo Transpacífico o TPP11 reaparece en el horizonte. Conocido el resultado del plebiscito, Gobierno y Senado se quedaron sin excusas para poner en votación el mega-acuerdo. Todo lo que ha rodeado al TPP no deja de llamar la atención.
¿Cómo un acuerdo que ha sufrido todo tipo de embates políticos ha logrado sobrevivir? Uno que ha esperado pacientemente a una clase política con poca voluntad de discutirlo, mientras la mayoría de los países miembros ya lo han ratificado y otros tantos, como China, Reino Unido, Corea del Sur y Uruguay, han manifestado su voluntad de adherirse.
“La clase política, un sector del Gobierno y, lo más relevante, la opinión pública, están más conscientes de la necesidad de reactivar la economía chilena y menos permeables a los eslóganes ideológicos contra este acuerdo”.
¿Cómo un acuerdo que fue apoyado por gobiernos de centroizquierda y derecha, por dos ex presidentes de la Concertación, por la mayoría de los usuarios del comercio exterior, centros de estudios y por los embajadores de los países a través de cartas públicas, aún genera recelo en un grupo político? ¿Qué hubieran pensado los cancilleres de Japón y Chile que con astucia rescataron el TPP cuando Trump decidió que Estados Unidos no seguiría en el acuerdo?
¿Cómo Chile, un referente a nivel internacional por su política comercial, que ha basado su desarrollo en la apertura internacional, estaría dispuesto a poner en riesgo su imagen como país serio y predecible en sus relaciones internacionales?
La mejor forma de responder a todas estas preguntas y contradicciones es volver a explicar por qué el TPP11 sí beneficia al país y por qué sus críticas más bien obedecen a una “marea” de mitos y fake news, inédito en materia de tratados de libre comercio.
Formar parte del TPP11 es poner a Chile en la discusión sobre las reglas futuras de la zona económica más dinámica a nivel global, el Asia-Pacífico, donde más de la mitad de nuestro comercio se dirige. En 30 años, las exportaciones chilenas al Asia prácticamente se han duplicado, llegando a cerca del 55%, según cifras oficiales.
El Acuerdo ofrece ventajas concretas para una economía mediana como la chilena. Por una parte, mejora el acceso de más de tres mil productos chilenos, como agrícolas, lácteos o productos del mar. Segundo, permite diversificar el comercio exterior chileno, muy dependiente en la actualidad de China y Estados Unidos, al insertarse con mejores condiciones y seguridades a mercados como Vietnam, Canadá o Japón. Por último, establece reglas comunes y modernas para una zona de casi 500 millones de personas, que representan cerca del 15% del PIB mundial, facilitando el comercio digital, los servicios y las cadenas globales de suministro.
Sostener que Chile compromete su soberanía nacional al suscribir el TPP11 es un mito. El Acuerdo señala explícitamente que el Estado puede establecer sus propias regulaciones y políticas públicas, como lo hizo Nueva Zelanda con su reforma a la inversión extranjera directa para resguardar la seguridad nacional.
Entonces, ¿por qué ahora podría darse un escenario distinto para la aprobación del tratado? A diferencia del pasado, la clase política, un sector del Gobierno y, lo más relevante, la opinión pública, están más conscientes de la necesidad de reactivar la economía chilena y menos permeables a los eslóganes del pasado contrarios al TPP.
Sólo podría frenar al Gobierno el complejo de tener que cambiar de opinión en un tema al que los más jóvenes, Presidente Boric incluido, se mostraron contrarios. Pero no será la primera ni la última vez que un gobierno deba ajustar su programa y salir de la trinchera. No hacerlo sólo constituiría un capricho ideológico que le terminaría costando caro al país.