Sobre el milagro chileno
"En 30 años, Chile ha pasado de ser un país tercermundista a uno desarrollado, elevando el ingreso per cápita a US$ 17.000, logrando crecimientos del PIB de 6% a 7%".
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Al llegar a Santiago el lunes, en la segunda escala de su gira por Latinoamérica, el presidente Obama le dijo a un medio escrito que escogió a Chile como una de sus tres paradas porque “la experiencia chilena, y particularmente su exitosa transición democrática y sostenido crecimiento económico, es un modelo para la región y el mundo. …También es un poderosos ejemplo de cómo las oportunidades de hoy deben ser aprovechadas”.
En eso tiene razón. Pero si no está repitiendo frases vacías, ¿por qué no lo hace también el modelo para el crecimiento económico de EEUU también?
Las reformas en Chile no sólo le permitieron emerger del regimen militar en los ’90, sino que también convertirse en una historia de éxito que gran parte del mundo quisiera imitar.
En 30 años, Chile ha pasado de ser un país tercermundista a uno desarrollado, elevando el ingreso per cápita a US$ 17.000, logrando crecimientos del PIB de 6% a 7% en la mayoría de los años, y atrayendo miles de millones en inversión extranjera.
Esto no ocurrió en el vacío.
Fue el primer país en aplicar las reformas de libre mercado tal como las había articulado el gran economista Milton Friedman, cuyas ideas aún eran novedosas en 1974.
Cuando el congreso le pidió al general Augusto Pinochet que asumiera el mando en septiembre de 1973, creó un plan de toma de control al estilo MacArthur y encomendó la misión de levantar una devastada economía a un grupo de economistas que se habían educado en la Universidad de Chicago.
Conocidos como los “Chicago Boys”, encontraron una nación que estaba convertida en un desastre después de la corta dictadura marxista de Salvador Allende y cuatro décadas de malas políticas, incluyendo estatización de las industrias, fuerte proteccionismo y masiva burocracia. Grupos de intereses -sindicatos y monopolios corporativos- controlaban la mayor parte de la economía. Los derechos de propiedad no eran respetados.
Los Chicago Boys rescataron el país con tres reformas económicas críticas: control fiscal, privatización de la seguridad social y libre comercio. No sólo funcionaron, sino que silenciosamente liberaron a la nación incluso de la dictadura militar y crearon la vibrante democracia que Chile es hoy.
Primero, el ministro de Hacienda, Sergio de Castro, impulsó un Banco Central independiente. Puso fin a los subsidios y recortó el gasto del gobierno. Redujo a los burócratas de 700 mil a 550 mil. Fue un plan de austeridad doloroso debido a la ausencia de un sector privado grande.
En los primeros cuatro años del nuevo gobierno, la economía chilena creció 32%.
Luego, el economista, José Piñera, ministro del Trabajo y Seguridad Social, privatizó el sistema de pensiones. El plan ayudó al gobierno a equilibrar sus cuentas y dejó a los trabajadores elegir entre cuentas de retiro personales o el quebrado sistema estatal de pensiones. Los trabajadores podrían conservar su propio dinero, invertirlo, decidir cuándo retirarse, y, lo mejor de todo, ser dueños de sus pensiones tal como si se tratara de una propiedad que podrían dejar a sus herederos. Cerca del 97% de los chilenos decidieron cambiarse.
Las cuentas privatizadas de Piñera no sólo superaron el desempeño del sistema estatal por un factor de 10, sino que los ahorros que ayudaron a crear proporcionaron el capital necesario para reconstruir el país.
El último paso llegó cuando Chile recortó los aranceles y se abrió al mundo. Firmó más tratados de libre comercio que ninguna otra nación, 58 según la última cuenta, lo que le dio acceso a 2 mil millones de consumidores, un mercado externo donde una nación relativamente pequeña podría nadar.
Esto permitió al país especializarse en lo que hacía mejor: mariscos, fruta, vino y sus tradicionales exportaciones mineras. Sus ciudadanos se enriquecieron.
Todos estos tres pilares en los que descansa la sorprendente transformación de Chile pueden ser replicados en cualquier país, razón por la cual tanto han imitado estas reformas.
Pero curiosamente, no en EEUU. Bajo la administración de Obama, EEUU sigue escondiendo su cabeza en la arena de un desbocado gasto fiscal, desestimando la privatización del sistema de pensiones sin siquiera discutirlo, y congelando el libre comercio.
Una cosa que podría surgir del viaje a Latinoamérica es que Obama escuche su propio consejo sobre Chile y dé una mirada más atenta a sus lecciones económicas. Y si él no quiere hacerlo, el resto de nosotros deberíamos.