Sí que se viene el hidrógeno verde
JOAQUÍN BARAÑAO Pivotes
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JOAQUÍN BARAÑAO
Visos esquizofrénicos exhibe el aterrizaje del hidrógeno verde (H2V). Un pestañazo atrás, algunos visualizaban a Chile como el nuevo Arabia Saudita de la energía. Hoy, varios transmiten en la sintonía opuesta: la supuesta promesa no era más que un volador de luces, no hay financiamiento ni compradores.
La realidad no es ni la una ni la otra, aunque, spoiler alert, las noticias son buenas.
Imprescindible comenzar por trazar una muy importante distinción: una cosa es el papel que puede llegar a desempeñar el H2V en el colosal mercado global de la energía, y otra muy distinta el rol que pueda detentar en la economía chilena. El escepticismo suele referirse a lo primero. Porque, sí, el H2V aún es más caro que el H2 producido con gas natural. No sabemos si será competitivo en el mediano plazo, y mientras no lo sea, difícilmente será un actor central en la escena energética planetaria. La escala es tan gigantesca que transformarse en protagonista a punta de subsidios o incentivos requeriría un milagro de voluntad política. Quizás estamos como la energía eólica y solar hace 20 años, con la paridad de precios cerca y un alud de proyectos por desatarse, pero no lo sabemos.
“¿Hay clientes dispuestos a comprar productos libres de carbono más caros que los fósiles? Sí, porque en el mundo hay múltiples garrotes y múltiples zanahorias que apuntan hacia ese objetivo”.
Respecto a lo segundo, despejemos una confusión fundamental: Chile no necesita que el H2V sea el pilar del mercado energético global para que la oportunidad sea enorme para nuestra modestísima escala. Solo en amoniaco, el mejor destino para el H2V chileno, se transan US$ 80 mil millones al año, y bordeará los US$ 130 mil millones a fines de la década. En comparación, en 2023 los envíos totales de cobre, la viga maestra de nuestra canasta exportadora, sumaron US$ 43 mil millones. El potencial es gigantesco para efectos locales.
¿Hay clientes dispuestos a comprar productos libres de carbono más caros que los fósiles? Sí, porque en el mundo hay múltiples garrotes y múltiples zanahorias que apuntan hacia ese objetivo. No de envergadura suficiente como para cambiar el mercado global, las señales de precio seguirán oficiando de timón rector, pero sí para que la industria despegue. Y en el mundo es difícil encontrar una mejor pista de despegue que Magallanes donde el viento sopla de manera tan sostenida que los factores de planta se mueven en torno al 60%. Por eso, hay 74 proyectos en Chile, hoy. La mayoría son impulsados por empresas con trayectoria, no startups buscando inversionistas para apps revolucionarias. ¿Por qué consorcios globales habrían invertido millones en fases preliminares si no vieran chances reales de negocio?
Solo una fracción llegará a destino, lo cual es normal en una industria emergente. Que se cancelen cinco, 10 o incluso 50 no significa que la oportunidad se evaporó. Basta que unos pocos proyectos grandes se concreten para que el H2V se convierta en un actor clave a nivel nacional, tanto en crecimiento económico como en descarbonización.
El cambio climático no admite balas de plata y Chile no será la nueva Arabia Saudita, pero de que se viene algo grande, se viene.