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¿Se acerca el final de la historia presidencial de Erdogan?

David Gardner© 2022 The Financial Times Ltd.

Por: David Gardner | Publicado: Viernes 11 de febrero de 2022 a las 04:00 hrs.
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David Gardner

Recep Tayyip Erdogan, el autoritario presidente de Turquía, se comporta más que nunca como si su poder no tuviera límites, y precisamente en el momento en que parece más vulnerable después de dos décadas dominando la política turca.

Por eso, cuando la inflación interanual alcanzó el mes pasado cerca del 50%, la más alta de la era de Erdogan, despidió al director del Instituto de Estadística de Turquía. Los crecientes precios de los alimentos y de la energía, que están contribuyendo a hundir a su partido gobernante, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), en las encuestas, han seguido ascendiendo obstinadamente.

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El poder de Erdogan no tiene límites desde que sustituyó la democracia parlamentaria de Turquía por una presidencia al estilo ruso. Pero la imposición de un gobierno de un solo hombre lo ha animado a cometer imprudentes errores de juicio. Tras prescindir de todos los cofundadores del AKP y descartar toda pericia económica seria, ya no hay nadie a su alrededor que pueda decir que el rey está desnudo. Ahora parece imposible de retractarse de su ruinosa política económica, en particular la creencia de que el aumento de las tasas de interés provoca la inflación en lugar de frenarla.

La sed de crecimiento económico de Erdogan, que le ayudó a propagar la prosperidad, la educación y la atención sanitaria en el corazón conservador de Anatolia durante su primera década en el poder, se basó en el crédito barato, el consumo y la construcción desenfrenada. Esto se evaporó mucho antes de la pandemia. Su incapacidad para defender la lira, a pesar de haber agotado más de US$100 mil millones en reservas, hace que los inversionistas se pregunten si Turquía podrá hacerle frente a sus deudas.

Este deslizamiento descontrolado es la base de la creciente creencia de la oposición de que puede finalmente ser capaz de desbancar a Erdogan y restablecer la democracia parlamentaria de Turquía. Las elecciones presidenciales están previstas para junio del próximo año. Pero el AKP, desde que llegó al poder por primera vez en noviembre de 2002, vendiéndose como un análogo neoislamista de la democracia cristiana europea, ha estado en campaña permanente desde entonces. Se comporta simultáneamente como un partido gobernante prepotente y como una oposición camorrista que combate las fuerzas laicas que le niegan la legitimidad política. Y Erdogan podría convocar una contienda anticipada en circunstancias diseñadas para poner en apuros a los rivales.

Sin embargo, Erdogan también ha vaciado el liderazgo del AKP, uno de los partidos gobernantes más exitosos de los tiempos modernos. El partido está siendo abandonado por sus núcleos electorales, pero desde el capullo de sus palacios, Erdogan está aislado de los indicios de mortalidad política.

La interrogante, entonces, es si la oposición puede unificarse detrás de un candidato viable y desencadenar una ola electoral que Erdogan no pueda resistir. Muchos analistas políticos creen que sí.

La oposición confía cada vez más en que puede vencer a Erdogan y acabar con su gobierno de un solo hombre. En breve anunciará sus planos sobre cómo lo haría. Es difícil amañar elecciones en Turquía. Y menos aún encontrar un pretexto para el estado de emergencia, o una provocación, como declarar que la religión oficial del Estado oficialmente laico es el Islam, con la esperanza de dividir a la oposición. La situación podría ponerse fea.

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