El abogado en el siglo XXI
Rodrigo León Silva Abogados
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Rodrigo León
Estudié derecho en la década de los noventa. Hace más de 20 años que soy abogado y más de 15 que hago clases de derecho. Recuerdo, como estudiante universitario, la primera vez que navegué en internet, los módems telefónicos de 2.400 bps y haber usado un floppy disk para grabar mi memoria de licenciatura. Tampoco olvido haber querido citar en ella las entonces recientes páginas web que aparecían sobre la materia, ni a mi profesor guía negándose, por considerarlo demasiado nuevo. En resumen, yo estudié derecho sin que existiera Google.
Con esta referencia personal quiero destacar lo difícil que es enseñar derecho hoy con programas de formación que son muy parecidos a los del siglo XIX. Fui formado como abogado como lo fueron mi padre, mi abuelo y, creo, hasta mi bisabuelo. Lo complejo es que hoy, muchas veces, se sigue formando al futuro abogado igual que en la era pre Internet, sin entender que la vida actual tiene desafíos tecnológicos y de cosmovisión imposibles de pensar hace unos pocos años. Un solo ejemplo: en la novela fantástica más influyente de todo el siglo XX, “El Señor de los Anillos”, su autor ni siquiera imaginó que el poderoso Gandalf pudiera comunicarse en forma instantánea a miles de kilómetros con sus amigos de aventura. Gandalf era un gran hechicero, pero no tenía Whastapp.
En la actualidad, el abogado, más que conocer la ley para citar artículos de memoria (para eso está Siri), tiene que entender profundamente el negocio del cliente, el cual a menudo es muy complejo. Debe comprender de procesos y adaptarse a la gestión de proyectos dentro de la empresa u organización. Así, pasa a ser uno más de los profesionales que apoyan al negocio. ¡Hasta el cambio en la nomenclatura de los cargos lo demuestra!, pasando de “fiscal” a gerente de asuntos legales o gerente de procesos regulatorios.
El abogado debe apoyar el manejo del riesgo de los procesos internos de la empresa para aminorar los potenciales litigios en base a una ley cambiante, que muchas veces es una norma mal hecha y que contraviene los principios más básicos de eficiencia y economía establecidos por estándares técnicos. Lo anterior se debe a que la ley tiene una naturaleza eminentemente política, cuyas bases muchas veces las han preparado tres o cuatro personas en comisiones parlamentarias. Ahí también hay necesidad de cambio.
Por eso es muy importante modificar los programas de derecho, incluyendo la formación de herramientas para el emprendimiento, gestión de proyectos, cursos de tecnología y de materias tan diversas y necesarias como manejo de estrés, psicología y expresión oral y escrita, ya que no debemos olvidar que el arma del abogado es saber expresarse. Impera también conocer lenguajes no jurídicos, mejora continua, plan director, key user, saber qué dicen estándares técnicos como las normas ISO, etc.
Las facultades de derecho deben cambiar en forma profunda, y pronto. Los programas de hoy no sirven y dejarán a muchos jóvenes abogados en potencia, sin una preparación adecuada para un mundo cada día más complejo y cambiante.