Andrés Velasco
En un informe próximo a publicarse, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aboga por que se establezcan políticas industriales en América Latina. El llamado es bienvenido.
Chile, durante años modelo de la región en materia de buena administración económica, también es un ejemplo de los riesgos que enfrentan todas las economías latinoamericanas. Con la baja en los precios de los recursos naturales y el aumento de las tasas de interés del dólar, el crecimiento de Chile está disminuyendo abruptamente. Los avances en la productividad han sido lentos desde hace casi 15 años, y la canasta de productos exportados por el país hoy es la misma que la de los 1980. Pero los problemas de crecimiento en Chile se encuentran entre los menos graves de la región. Después de todo, es uno de los cuatro países, junto con Brasil, Panamá y República Dominicana, que ha logrado reducir la brecha en el ingreso per cápita en comparación al de Estados Unidos desde 1960. Y, como lo ha señalado el BID en informes anteriores, en la mayor parte de América Latina la productividad ha estado aproximadamente estancada desde hace cincuenta años o más.
¿Cuál es la solución? La receta tradicional contempla mejorar la educación (en especial, la técnica), modernizar los mercados de trabajo, reducir la burocracia y facilitar tanto la inversión extranjera como la transferencia tecnológica. A estas convencionales herramientas, el BID ahora añade las “políticas de desarrollo productivo” (PDPs), que pueden ser “horizontales” o “verticales”. Las PDPs horizontales proporcionan los insumos necesarios para el crecimiento y desarrollo de una amplia gama de empresas, en diferentes sectores. Algunos ejemplos simples son una infraestructura vial, una fuerza laboral que domine el inglés, e ingenieros bien capacitados. Entre los ejemplos más sofisticados, se encuentran sistemas de inspección sanitaria y de seguridad, certificación de calidad de los productos, y la protección de los derechos de propiedad intelectual.
El problema reside en que algunos de los insumos que provee el fisco pueden favorecer a un sector o a un producto determinado. Es posible que las carreteras que llevan a bellas montañas remotas favorezcan el eco-turismo, pero no sirven para transportar productos al puerto más cercano. Un laboratorio creado para certificar que la carne de vacuno está libre de fiebre aftosa, es inútil para certificar que la fruta y la verdura que se exportan carecen de pestes.
Y aquí viene el papel de las políticas verticales, es decir, las que favorecen a algún sector en particular. No existe mayor controversia sobre las políticas horizontales, pero las verticales pueden desatar duras críticas: los escépticos afirman que a través de ellas se “escoge a los ganadores”. Sin embargo, como lo revelan los ejemplos anteriores, la línea divisoria entre las políticas horizontales y las verticales siempre va a ser difusa.
En otras palabras, cuando un gobierno financia la educación de cierto tipo de ingenieros, el trazado de un camino en particular, o la construcción de un determinado laboratorio, favorece a un sector por sobre otros y, por lo tanto, de hecho escoge ganadores. Según el BID, es mejor hacer esto de manera consciente y transparente, empleando al mismo tiempo controles y equilibrios apropiados.
Las políticas verticales también son útiles a la hora de solucionar fallas de coordinación. Tomemos, por ejemplo, el gran potencial que tiene la industria del turismo en la hermosa zona de la Patagonia. Ninguna empresa particular va a construir un hotel en esa región tan remota a menos de que exista un camino para llegar a ella. Por otra parte, ningún gobierno va a construir un camino allí porque sin existir hoteles ni alojamiento, el camino no conduciría a ninguna parte. Si no se produce una coordinación enfocada al turismo entre el sector público y el privado, es posible que allí ese sector nunca despegue.
Para que América Latina pueda seguir creciendo en la era post-auge de los recursos naturales, tiene que renovar sus ideas y llevar a cabo muchas innovaciones en sus políticas. No existe política alguna que sea a prueba de fallas. Sin embargo, la mejor esperanza que hoy día tiene la región se encuentra en el enfoque propuesto por el BID en el informe que publicará dentro de poco. Recomiendo leerlo, y también poner en práctica sus recomendaciones.
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