Reflexiones en torno al proyecto de ley de Presupuestos 2025
Rodrigo Montero, Decano de la Facultad de Administración y Negocios de la Universidad Autónoma
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Rodrigo Montero, Decano de la Facultad de Administración y Negocios de la Universidad Autónoma
Ahora que comienza la discusión sobre el proyecto de ley de Presupuestos para el año 2025, y en donde, muy probablemente, la discusión tienda a centrarse en el guarismo sobre el incremento de los recursos respecto del año 2024 -de hecho, ya hay quienes señalan que el 2,7% de incremento propuesto subestima el nivel efectivo que tendría el impulso fiscal-, me parece importante relevar algunos aspectos de índole más cualitativa y que deben ser incorporados como principios o ideas matrices para un presupuesto que converse con las urgencias actuales y futuras.
En este contexto, más allá de lo importante que resulta la magnitud del gasto propuesto y su impacto sobre la sostenibilidad de las arcas fiscales, urge un foco en la calidad del gasto que se va a realizar. Existe una sensación en la ciudadanía de poca prolijidad en la gestión de los recursos fiscales. Lo anterior nos obliga a ser muy exhaustivos en la revisión del gasto del año 2024, no solo el ya ejecutado, sino que también con el que se ejecutará durante el último cuarto del año. Por ejemplo, existen diversos programas sociales, actualmente vigentes, que tienen importantes fallas tanto en su diseño como en su implementación.
Existe una sensación en la ciudadanía de poca prolijidad en la gestión de los recursos fiscales. Lo anterior nos obliga a ser muy exhaustivos en la revisión del gasto del año 2024, no solo el ya ejecutado.
Lo anterior es delicado, puesto que aquello imposibilita que se alcancen los objetivos para los cuales estos fueron creados -aunque cabe señalar que, lamentablemente, algunos programas ni siquiera cuentan con objetivos claros y bien definidos-. El costo de oportunidad de recursos destinados a programas mal evaluados es altísimo en el actual contexto de necesidades que existen en el país en diversas áreas.
Por otro lado, y a propósito de la intensa y majadera discusión que se ha suscitado en torno a la necesidad de apuntalar nuestra débil tasa de crecimiento tendencial, se requiere de un gasto fiscal que otorgue un impulso significativo a la inversión pública, con un énfasis en el desarrollo de infraestructura en zonas rezagadas, y en donde sea dicho de paso, cuesta más movilizar capital humano para ejecutar obras. De esta manera, la capacidad de ejecución que pueda mostrar el aparato estatal, tanto en cuantía como en la calidad de dicho gasto, es vital.
Y finalmente, muy relacionado con este último punto, otra preocupación que emerge en el actual contexto, se relaciona con el control del gasto. Es importante usar los mecanismos de monitoreo y de ejecución, de tal forma de que el gasto sea un gasto de calidad, que tribute a los objetivos estratégicos del país, y que nos permita alcanzar los objetivos finales para los cuales el presupuesto se diseña. Es verdad que el presupuesto de un año en particular no va a ser capaz de mover de manera significativa la aguja del crecimiento tendencial -tal vez sea el momento para empezar a hablar sobre presupuestos plurianuales-, pero sí pueda sentar las bases para marcar los principios rectores que deberían guiar las políticas públicas de aquí hacia adelante.