¡Qué vergüenza!
En El Mercurio se publicó un interesante artículo respecto de la solidaridad de los chilenos medida en pesos aportados a diferentes causas sociales; los resultados que consignaba el artículo eran verdaderamente desoladores...
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Rafael Rodríguez
En El Mercurio se publicó un interesante artículo respecto de la solidaridad de los chilenos medida en pesos aportados a diferentes causas sociales; los resultados que consignaba el artículo eran verdaderamente desoladores. Los aportes de los chilenos a diferentes causas sociales ha disminuido en 52% desde 2009. Pero lo que es peor aún, el estudio muestra que los segmentos socio económicos ABC1 (7% de la población), habían disminuido sus aportes en 60% en el período y habrían caído hasta un punto en el que su aporte promedio era inferior al del segmento C2, a pesar de que medidos en forma relativa, los ingresos per cápita del primer grupo equivale a unas cinco veces el del segundo. De todos los segmentos socio económicos el ABC1 es el que menos da como porcentaje de su ingreso. En otras palabras, el segmento más rico es el más mezquino relativamente hablando.
Creo que este es un dato que no debiera dejar a nadie indiferente, al menos a nadie que crea que la sociedad no es una colección de individuos desconectada emocionalmente entre sí. Si como chilenos sólo tenemos en común una selección de fútbol, una serie de eventos históricos y el hecho de vivir bajo un mismo conjunto de normas y leyes, entonces corremos el riesgo de deshumanizarnos porque se pierden los afectos y se debilita la cohesión social.
Incluso si alguien no cree por convicciones religiosas, morales o de otra índole que los problemas del prójimo son también sus problemas, entonces que no se queje si es que con los impuestos se le quita lo que no da voluntariamente para resolver los múltiples problemas de los cuales tratan de hacerse cargo el gobierno y las más de 15.000 Fundaciones Sociales que existen en nuestro país.
Es cierto que al crear empresas se ayuda a combatir la pobreza y que posiblemente Horst Paulmann en términos económicos haya hecho un mayor aporte para superarla que el Hogar de Cristo por la vía de la creación de más de 100.000 empleos, pero a nadie lo conmovería emocionalmente si Cencosud anunciara el cierre 30 locales, mientras que muchos hemos quedado atónitos frente a la posibilidad de que el Hogar de Cristo deba cerrar 30 hogares de acogida.
La diferencia emocional entre “dar” por obligación el producto de los impuestos que genera nuestro trabajo y el involucrarnos en los problemas de nuestros compatriotas menos favorecidos es muy grande. El resultado de acercarse a ellos apoyando causas sociales que nos puedan interpelar, con trabajo y con aportes financieros no obligados por los impuestos tiene como resultado una sociedad más inclusiva, más solidaria y por lo mismo más estable y próspera.
Si sólo nos preocupamos de nuestro bienestar, estaremos dejando que otros tomen las decisiones respecto de la solidaridad, de la calidad de las políticas en que se usan los recursos fiscales y finalmente del monto de los impuestos que son necesarios para financiar el gasto social que el gobierno de turno acuerde entregar como Estado al país.
Los ejemplos de personas como Felipe Cubillos y Joaquín Arnolds son un reflejo del trabajo de miles de chilenos que ojalá ilumine a muchos más inspirándonos a trabajar por los menos favorecidos y así contribuir a que Chile sea un país de hermanos y no uno de rivales; de esa forma sus muertes podrían tener un sentido trascendente señalando un camino virtuoso para que Chile sea un mucho mejor país; el camino de la solidaridad.