Paulina Henoch
La reducción de la pobreza extrema se ha estancado. Según las cifras oficiales, entre 1990 y 2003 ésta pasó de 13,0% a 4,7%, reduciendo 8,3 puntos porcentuales y entre el 2003 y 2011 sólo se han reducido 1,9 puntos. Al hacer un diagnóstico de esto, es posible pensar que lo que puede estar sucediendo es que las políticas sociales se han olvidado de enfocarse en los más pobres y promover a las familias que están en esta condición y, en cambio, lo que existe es un discurso que en la práctica se ve resumido en la entrega asistencialista de bonos.
Es por eso que durante 2014, LyD, con el patrocinio de Atlas Foundation, realizó un estudio con el objetivo de evaluar las políticas sociales enfocadas en la población que vive en pobreza extrema. Se trata en específico de los programas de transferencias condicionadas, conocidos como el Subsidio Familiar (SUF), Chile Solidario e Ingreso Ético Familiar (o su programa piloto Asignación Social).
Lo primero que llama la atención es la mala focalización que están presentando estos programas y cómo gran parte de los beneficiarios no pertenecen al 20% de la población de menores recursos. Sólo el 49,1% de los beneficiarios el SUF pertenece al primer quintil, el 49,7% del Programa Chile Solidario y el 56,6% de la Asignación Social.
Si bien se observan resultados favorables en cuanto a la asistencia a los controles de salud y a los establecimientos educacionales de los beneficiarios del SUF y del Programa Chile Solidario, en relación al mercado laboral se estimaron efectos negativos para el trabajo formal. Con respecto a esto último es importante mencionar que para los beneficiarios que sólo participan del programa Asignación Social, no se encontraron efectos significativos sobre el trabajo formal femenino.
En relación al ingreso, se observa que el efecto para el ingreso autónomo es negativo para la mayoría de los programas y no significativo para los grupos más vulnerables. No obstante, cuando se evalúa a los beneficiarios que sólo participan de la Asignación Social, el efecto es positivo para las familias de menores ingresos.
Si queremos superar la pobreza extrema debemos derribar ciertos mitos y tendencias que se han establecido en esta administración, como lo es la pérdida de foco de los instrumentos de focalización y políticas sociales sobre la base de la distribución de bonos en vez de la entrega de herramientas que promuevan a las familias y tengan efectos favorables en ingreso y participación laboral.