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Padre Hugo Tagle

Vida corta para servir

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 18 de agosto de 2014 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Reconozco que esto de ayudar, no es fácil. Muchas veces nos decepcionamos. Nos da la sensación de que la ayuda cae en saco roto. Nos volvemos recelosos. A veces por desconfianza. Las más de las veces porque no sabemos bien dónde ayudar “de verdad”. Y así se nos pasa el tiempo, divagando. Hasta que se hace muy tarde para dar una mano.

La ayuda, como la justicia, si es tarde no es ayuda ni justicia. La generosidad implica proactividad, rapidez, sagacidad.

La generosidad no es una consecuencia de la abundancia. Ni tampoco está en relación directa con lo que nos sobra. Hay gente que tiene de todo en exceso y no da nada. Pareciera que el único sentido de su vida es acaparar, atesorar riqueza. Son sujetos indisculpables que disfrutan con lo contrario de lo que parece más razonable que es ser dadivoso. La verdadera generosidad consiste no tanto en desprenderse de lo que no necesitamos cuanto de lo que precisan los demás. Muy cerca nuestro hay quienes carecen de lo más básico, ya sea bienes de primera necesidad, ya de cariño y afecto, o, como sucede muchas veces, de ambas cosas a la vez. No hay que esperar a tener “de sobra” para ser generoso, porque muchas veces la generosidad y la solidaridad anidan mejor en la escasez que en la abundancia. Y es que si de bienes no estamos muy sobrados, no hay disculpa para privar a quienes se encuentran en escasez de atención y afecto, porque los sentimientos nunca se agotan. Alguien dijo que “la avaricia es un continuo vivir en la pobreza por miedo a ser pobre”. Frase que podría completarse añadiendo que “la generosidad es un continuo vivir en la riqueza espiritual por la satisfacción de ayudar a los que nos necesitan”. Porque el que puede dar siempre está en mejor condición que quien necesita.

Hoy, lunes 18 de agosto, es el día del Padre Hurtado. Él nos invitó a “dar hasta que duela”, a ver en el otro un hermano y a ver en el pobre, a Cristo. Quien es solidario, gana más que quien recibe. El corazón crece cuando es solidario. Y cuando nos encerramos en nosotros mismos, el corazón se atrofia, se amarga. La capacidad de amar está íntimamente ligada a la generosidad. Un corazón mezquino, es un corazón triste. “Cuando ayudas a otro con su cruz, el corazón vuelve a sentir”, nos dice el Padre Hurtado. Si pasa por un momento de tristeza o soledad, busque a quien tender una mano. Notará que, si bien los problemas no desaparecen, al menos se aminoran, se abordan mejor, se comprende mejor a quien sufre. Quien no ha sufrido en algo, no conoce el otro lado de la vida. Quien es solidario, es más feliz.

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