Triste récord
Viajar a lo largo de Chile es encontrarse, en buena parte, con otro Chile. Relativas buenas escuelas, caminos, zonas bien urbanizadas. Servicios básicos bien montados.
Viajar a lo largo de Chile es encontrarse, en buena parte, con otro Chile. Relativas buenas escuelas, caminos, zonas bien urbanizadas. Servicios básicos bien montados. Eso sí, falta gente. Al menos es la sensación que me deja al pasar por pueblos que veo iguales en tamaño que en los 80. Un desafío es poblar extensas zonas que están ahí, esperando a ser trabajadas. Y trabajo sobra ¡Hay tanto por hacer! Faltan iniciativas, gusto por el riesgo y la innovación. El dinero está, por lo que leo en las noticias. Y mucho. De hecho, parece que es el exceso y no su carencia lo que ahora nos complica. El punto está en que se invierta bien y se creen más y mejores fuentes de trabajo. Somos meros administradores de los bienes, no sus dueños. Tener riqueza no es malo. El punto es su administración y distribución. Y ahí está uno de los cuellos de botella de nuestro desarrollo: repartir mejor la torta.
Después de México e Israel, Chile es el tercer país de la OCDE con más pobres. En nuestro país un 18,9% de los chilenos son pobres. Y la separación entre los segmentos más ricos y más pobres es abismal. Según el mismo estudio, el 38% de los chilenos dice que le es difícil vivir con sus actuales ingresos. Sólo un 13% de los chilenos manifiesta alta confianza en sus conciudadanos, muy por debajo que el promedio de la organización que es de 59%. No podía ser distinto. Vivimos protegiéndonos unos de otros, enjaulados, atemorizados. Energías y recursos que podrían destinarse a otras cosas. No sé cuánto se gasta en seguridad, o sea, en defendernos unos de otros, pero debe ser una enormidad. Sé que estamos mejor que otros países de la región pero eso no es excusa para abordar un problema que nos debería inquietar y cuya solución traería mayor paz y bienestar para todos.
El bien del conjunto redunda favorece a todos. No puede ser que un sector de la sociedad mire con recelo, desconfianza y hasta rabia al resto. Crear condiciones más justas de trabajo, mejorar las rentas, es tarea de todos.
Y entremos al área chica. Sé de empresas donde hay un gran esfuerzo por tener a la gente “contenta”. Y no es caridad, es justicia, la que repercute positivamente en los resultados del bolsillo de todos.
Esto de la igualdad no romanticismo. O subimos a todos al carro del desarrollo o la lacra de las diferencias terminará horadando el edificio social. Somos un país pequeño. No podemos darnos el lujo de vivir desconfiando unos de otros. No perdamos la oportunidad de hacer de Chile “una mesa para todos”.